PINAR DEL RÍO, Cuba, enero , 173.203.82.38 – “El mundo está formado por indignos y por indignados”, declaró hace pocos días el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano, nada menos que en La Habana, donde estuvo invitado como jurado del concurso literario Casa de las Américas, en el cual ha sido premiado en dos ocasiones.
Su afirmación es una verdad grande como una casa. Pero es curioso que Galeano la declarase en La Habana, que no está ubicada en la luna, sino que es la capital de esta isla que habitamos, y que como parte del mundo, también está poblada, por un lado, de indignos, y por el otro, de indignados.
Indignados de todo el planeta ya tomaron las calles. Y han sido reconocidos por los medios de información, y por casi todas las personas atinadas, como un movimiento reformador y necesario. Incluso, no han faltado quienes los consideran merecedores del Premio Nobel.
En cualquier sitio de esta tierra, menos en Cuba, salen hoy indignados a las calles, corriendo mayores o menores riesgos. De tal manera, alguien puede pensar que aquí no hay indignados, y por ende, apoyándose en la frasecita de Galeano”, llegar a la conclusión errónea y subjetiva de que vivimos en una islita poblada solamente por indignos.
A su llegada a La Habana, el autor de “Memorias del Fuego” fue recibido por personalidades políticas y por un grupo de intelectuales bien identificados todos con el gobierno de la isla. Ello indica ausencia total de indignados en el área. Hasta la fecha, que yo sepa, ninguno de los integrantes de la comitiva se ha declarado como tal. Y es bien lógico: lo tienen todo a su alcance, son los hijos bobos del pueblo, que es el único que trabaja para mantenerlos, y no recibe nada a cambio.
Asumiéndolo desde la mordaz prosa de Galeano, no estaría de más pensar que dejó caer el enunciado a propósito, consciente de que se encontraba en la capital de la isla de las prohibiciones y la censura.
Los indignados de Cuba no pudieron, porque no les fue permitido, abordar a Galeano, conversar con él y ponerlo al tanto acerca del lado en que caminan por nuestras calles los de un bando y los del otro. O para informarle que desde hace un buen rato, y con bestial adelanto en el tiempo, muchos indignados cubanos están encarcelados, muertos, desterrados y perseguidos por el simple delito de atreverse a reclamar lo que nos ha sido arrebatado o no otorgado jamás.
Galeano debió andar más La Habana, codo a codo con la gente verdaderamente digna. Como defensor declarado de la democracia, estaba en la obligación de extender sus pasos y contactos a los barrios pobres, que son la mayoría, y al interior de nuestra isla, para ver el rostro verdadero de los sin voz. Debió hablar también con los decididos a escribir bajo el asedio. Debió conocer a los que son difamados y condenados a la marginalidad por atreverse a declarar su indignación. No sólo ahora que está moda hacerlo, sino desde hace medio siglo.