LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Una curiosa floración puja por hacerse notar en estos días dentro del chato y atascado espectro político de Cuba. Es la movida de un grupo de intelectuales de izquierda que al parecer han consensuado distanciarse del rebaño aplaudidor del que formaban parte hasta ayer de tarde. No se trata de una nueva tendencia opositora, pues ellos mismos se apuran en dejar claro que no son opositores sino portadores de una visión emergente, autónoma y democrática. Pero, en fin, a falta de medicina, aunque sea un lenitivo, por ahora.
Las zonas más visibles de esta floración se identifican en el teatro, el cine, la literatura o las ciencias sociales, pero, sobre todo, resaltan en ciertas publicaciones periódicas con temáticas especializadas, así que suelen discurrir al margen del lector medio de noticias o novedades informativas, y todavía más al margen del pueblo corriente, del que quizá un tanto precipitadamente se consideran abanderados y con cuyo respaldo están contando sin previa consulta.
Quienes lamentaron durante tantos años la invisibilidad de los intelectuales cubanos, por lo general conservadores, oficialistas o anuentes ante el régimen, ya podrán enterarse de que no se habían extinguido, sólo hibernaban, patas arriba como los murciélagos, a la espera de los primeros resquicios del amanecer.
Nadie como los intelectuales cubanos para practicar la bandería sectaria. Entonces es natural que los de marras conformen un núcleo amplio en número pero estrecho para la diversidad de clases y particularmente cerrado a la pluralidad de posiciones ante la dictadura, pues sólo aceptan dos: la de los cómplices o la de su propio grupo, que tal vez podríamos calificar como tolerancia crítica.
Todos demuestran estar convencidos de la necesidad de introducir cambios más profundos que los aplicados hasta hoy en la política y la economía del país. Todos parecen estar hartos de la entumecida burocracia del partido comunista y de sus dogmas neo-estalinistas. Si no todos, al menos la mayoría ve con recelo el peligroso poder que hoy se gastan las fuerzas armadas. Todos dicen apostar por el Socialismo Participativo y Democrático, aunque es de temer que sus referencias no procedan de algunos interesantes entornos del norte europeo, sino más bien de la tribales y adocenadas comunas bolivarianas del siglo XXI.
Asimismo, todos se manifiestan proclives a una reconciliación armónica entre lo que llaman la nación y la emigración. Incluso comienzan a reclamar tímidamente libertad de prensa y hasta elecciones libres. Pero son tres nociones sobre que las tendrían que manifestarse más despacio y con más claridad.
Por ejemplo, su postura ante lo que llaman la reconciliación entre cubanos de afuera y de adentro no parece distanciarse ni una micra de la mañosa y tan relamida retórica del régimen, el cual, como es sabido, no aboga sino por armonizar únicamente con los exiliados y emigrantes que acepten a priori su dictadura y estén dispuestos a negociar con ella. Ya se ha dicho suficientemente que sobra hablar de reconciliación entre los cubanos de a pie que viven en las dos orillas, pues jamás se han peleado. De modo que sólo queda pendiente la imposible reconciliación entre las víctimas (emigrantes y exiliados) y el victimario, que es el régimen. Y ese es un problema muy fácil de zanjar, basta con el desmontaje del régimen, algo que no creo que haya sido incluido entre los presupuestos de nuestros muy democráticos y participativos intelectuales de izquierda, a quienes -intelectuales al fin- les gusta verse a sí mismos como conciencia de la sociedad, pero siempre que conciencia rime con conveniencia.
Por otro lado, sus reclamos sobre libertad de prensa y elecciones libres parecen centrarse sospechosamente en las expectativas del propio grupo. Nada indica que cuente para ellos la oposición pacífica, que durante largos años se ha dedicado a denunciar todos los males, y aún más, que ellos acaban de descubrir, y que además lo ha hecho arriesgando el pellejo, a diferencia de su caso.
En sentido general, la actitud de esta floración frente a los disidentes y opositores verticales, más que de reserva, parece ser abiertamente despreciativa o cuando menos descalificatoria. Engloban todas las manifestaciones opositoras en un solo movimiento, dentro del cual están incluyendo aun los grupos de respuesta violenta de los primeros años del gobierno revolucionario. Ni siquiera han tenido a bien hacer distinción con los partidos de izquierda, que también los hay en nuestro movimiento opositor. Si este no es un enfoque oportunista y un guiño al régimen, nada se le parece tanto.
Desde luego que tales distinguidos intelectuales socialistas democráticos y participativos tampoco se han tomado la molestia de denunciar el acoso y los atropellos a los que los esbirros de la Seguridad del Estado someten diariamente a mujeres y hombres sólo por hacer públicos sus desacuerdos con la dictadura. Guardan distancia y categoría con respecto a los apestados de la disidencia, un poco quizá por no buscarse problemas, y otro poco por su naturaleza de bandería sectaria que está consciente de contar con ventajas a la hora de organizar la fiesta de los bombones, a la que no pueden asistir los caramelos.
Falta que les haría leer con mayor detenimiento a Claudio Magris, un escritor que ellos suelen citar con frecuencia, sin darse por enterados de que escribió el epitafio de su floración aun antes de que brotara: “La utopía que se ve a sí misma como solución final es falsa, lo mismo en el terreno social que en el individual”.
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