LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Dos buenas noticias y una mala se desprenden de las primeras jornadas de actividad en la vigésima Feria Internacional del Libro, que se inició en La Habana el pasado 10 de febrero.
La primera entre las buenas es que los niños han vuelto a tener la ocasión de montar en poni y de comer algunas pocas chucherías que regularmente no están a su alcance en moneda nacional. En tanto, sus madres vuelven a disponer de una alternativa para variar, al menos una vez al año, la rutinaria visita al zoológico.
La otra buena noticia se da en primicia para los ancianos, sobre todo para los nostálgicos de la era soviética: Abundan (más bien dominan por su número) en esta presentación de la Feria del Libro las ediciones con miles de ejemplares de obras sobre temas relacionados con el comunismo y el socialismo del siglo XXI.
La mala noticia es para el resto de los habaneros. Y da cuenta de que este evento ha extremado en 2011 su deriva hacia la piñata de caridad para niños pobres, a la vez que también extrema su tendencia a convertirse en cónclave político y en vidriera para la exhibición y venta de una ideología en lastimosa bancarrota.
Por más que los organizadores de la vigésima Feria Internacional del Libro se hayan exprimido el seso redistribuyendo la ubicación de los stands, al parecer con la intención de disimular el vacío de contenido que la caracteriza, tal carencia es lo primero que salta a la vista tan pronto llegas a las alturas de La Cabaña.
Debe ser porque, como en casi todos los demás tinglados “culturales” que armó el régimen en los últimos tiempos, el vacío, mucho más que numérico, es cualitativo.
Para los interesados en la buena literatura -siempre a la caza de un mínimo filón para husmear en torno a lo que se mueve internacionalmente en este ámbito-, había sido ya un mal augurio el anuncio previo de que en 2011 la feria del libro estaría dedicada a los países de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA).
No obstante, siempre pervivió la esperanza de que entre col y col se escurrieran lechugas, tal como ha sucedido en años anteriores. De hecho, en los países que conforman el ALBA, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua… no escasean los clásicos de la literatura continental, y es de suponer que tampoco falten los buenos escritores contemporáneos de ficción. Pero ni aun por eso.
Al menos en el arranque de esta vigésima Feria del Libro, no observamos en parte alguna los rótulos de ediciones internacionales con reconocida competencia. La abrumadora mayoría de los libros extranjeros en venta versan sobre temas políticos o historia de Latinoamérica con ya sabemos qué tipo de enfoques políticos. En el mejor de los casos (que en realidad es el peor) se ven algunos best-sellers, muy caros para nuestro mercado, y algún que otro manual de los denominados de “autoayuda”, es decir, libros repletos de consejos tontos para ayudarte a ser feliz, a triunfar en los negocios y a otras chorradas por el estilo.
En lo que a mí respecta, confieso que mucho más que dedicarle reprobaciones a la Feria del Libro, me hubiese gustado encontrar en sus stands un par de volúmenes interesantes. Pero qué remedio. El evento, al igual que todas las demás cosas en que ponen sus manos los caciques de Cuba, tira cada vez más a la ranciedad. Y ello no constituye siquiera una mala noticia. Es lo previsible.
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