LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – La necesidad de ingresos financieros pone fin al improvisado guateque de la masificación cultural. Más que proyectos y espacios literarios y artísticos subsidiados, la cultura está obligada a generar dinero para subsistir. Ahora, en vez de guaguancó de solar, rumba de salón. En lugar de las editoriales provinciales para escritores inéditos, se reducirá la tirada de libros en todo el país. Los miles de burócratas que integran el sector serán eliminados también. No habrá medias tintas a la hora de aplicar la reducción.
Hasta el subsistema de enseñanza artística, que ha graduado a miles de estudiantes desde 1974, y cuenta con 20 centros de nivel elemental y 29 de nivel medio en todo el país, así como uno del nivel superior en la capital, reducirá su matrícula este año.
Además, se anunció de manera oficial la transformación de algunas instituciones culturales importantes, la reducción de asignaciones presupuestarias, y la descentralización de la gestión estatal.
Como en los 90, lo que viene para el sector será un sálvese el que pueda. Nadie puede olvidar aquella década con orquestas convertidas en combos de tarima, fragmentos de libros tirados en una hoja de papel, y grandes compañías transformadas en grupos de teatro de pequeño formato
Excepto en los casos de las figuras del arte y la literatura que maquillaban con sus creaciones la imagen en retroceso de la revolución, el soborno y el nepotismo eran las únicas vías de mantenerse en la órbita cultural.
Ahora la cultura comunitaria también sentirá el apretón. Las casas de Cultura municipal, y los Talleres de Transformación Integral desarrollados en barrios con desventaja social, verán disminuidos sus recursos.
La Oficina de Atención al Trabajo Comunitario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), que asesora proyectos socio-culturales en los municipios más apartados de la capital, reducirá su misión.
Pero no sólo artistas y escritores verán reducidas, por falta de presupuesto sus opciones para exponer, realizar un concierto, una puesta en escena, o la tirada de un libro entre cubatas y mojitos que promocionen la coctelería del país. La población estará sujeta a las leyes del mercado en las propuestas recreativas y culturales de la nación. El aumento de los precios de entrada a los pocos espectáculos a los que se accede en moneda nacional, será suficiente razón para no asistir.
Sólo los turistas se salvarán. De acuerdo con lo expresado por Fernando Rojas, vice ministro de Cultura, se incrementarán las propuestas culturales para el turismo extranjero.
¿Y los cubanos? Bien. A beber y bailar en el malecón, en medio de la calle, o en la sala del hogar. A leer La batalla estratégica del Comandante, las revelaciones de WikiLeaks, y como recreación, las reflexiones de Fidel.
Lo demás no importa. Como dijera Graciella Pogolotti: “Estos son tiempos de profundidad”. Es decir, otra ocasión para enterrarnos vivos hasta salir del vórtice de las transformaciones en la cultura nacional.