LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Recientemente, en la sala Rubén Martínez Villena, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC, se realizó el segundo espacio de Moviendo los caracoles, auspiciado por la sección de crítica de la Asociación de medios Audiovisuales y Radio, para debatir acerca de la formación del gusto musical generalizado entre los cubanos.
La periodista Paquita de Armas, en su artículo titulado: Formar el gusto musical: un serio problema en la vida moderna, publicado en el portal Cubadebate, había soltado las riendas a la polémica con una interrogante: ¿Quién decide lo que se difunde o no?
Ella misma opina que la censura oficial del reggaetón y del rap, sentenciándolos como géneros de mal gusto, no es la solución del problema. “Eliminar por decreto cualquier música o expresión artística, lo único que hace es multiplicar su valor, ya se sabe que el Paraíso no se perdió porque Adán y Eva se amaran, sino porque les prohibieron probar una manzana”, sentencia.
Ejemplificó con el hecho de que los raperos y reggaetoneros han vencido la censura, gracias a la tecnología y a Internet y al portal You Tube, entretanto sus producciones de discos inundan los establecimientos cuentapropistas dedicados a ese tipo de venta.
Dichas creaciones, caracterizadas por el uso de vulgaridades y aun de obscenidades en sus letras, se difunden ampliamente en el transporte público, los paladares, las cerveceras, etc., superando así la barrera impuesta por los medios audiovisuales y la radio.
Orlando Cruzata, director del programa televisivo Lucas (dedicado a la divulgación de videoclips), aseguró que algunos videos de este género -aun sin haberse mostrado en la televisión- han ocupado el primer lugar en el “Lucasnómetro” (barómetro de preferencia popular).
Contradictoriamente, ni Paquita de Armas ni los especialistas preocupados por el mal gusto musical imperante en la Isla, se dedicaron a buscar respuestas en el submundo donde se debaten los cultivadores de la música culta, quienes, desde el otro extremo de la problemática, acumulan bastantes inquietudes, incluso también se sienten discriminados por los medios.
Muchos se preguntan: ¿Por qué no le dan más difusión al arte Lírico en Cuba? Recientemente, se ofreció un concierto de altos quilates sobre óperas de Bellini, en el palacio del Teatro Lírico Nacional, y la máxima publicidad que el director de la puesta logró proporcionarle a su espectáculo fue una pancarta expuesta en el umbral de la sede, una breve nota de prensa, algunos E-mail de invitación, más un anuncio colgado en la red social Facebook, de mínimo acceso a la población.
Paradójicamente, el ICRT-órgano que funge como censor y verdugo de la llamada música inculta- tampoco estimula la publicidad de estos conciertos de música con alta elaboración, salvo casos puntuales, como el de Habana Clásicos , que ofrece espectáculos en el Rush Garden del Hotel Sevilla, aunque se sabe que su director artístico goza de muy buenas relaciones en el citado organismo de la difusión.
Los cantantes líricos, igualmente ignorados por la EGREM y las disqueras, tampoco pueden sufragar los gastos del videoclip para procurarse publicidad. Los costos mínimos rondan los 3mil dólares, así que esta posibilidad se ha convertido en prerrogativa para músicos de bolsillos gordos.
Uno de los principales medios para contrarrestar la influencia del reggaetón y el rap es la competencia, su confrontación con otros géneros de mayor calidad. Pero si las instancias oficiales de la cultura continúan desaprovechando el potencial de los jóvenes valores, sin divulgar sus obras e impidiéndoles la realización de vídeos y discos, estará muy lejos de atenuarse el problema.
También resulta contraproducente que el Instituto Superior de Arte (ISA) conceda tan pocas plazas para cursos de trabajadores destinados a cantantes profesionales del género llamado Culto, quienes para perfeccionarse y progresar tienen que alzar la vista allende los mares y largarse del país.
Otro inconveniente es el cobro de impuestos, ascendentes a 57% de las ganancias, cifra calificada de abusiva por los propios intérpretes de la música Culta, y más cuando les resulta tan difícil conseguir contratos en las cadenas hoteleras -lugares donde pagan mejor. Estas trabas perjudican igualmente a intérpretes de otros géneros populares. Además, téngase en cuenta que para cantar frente a un público, hay que vestirse y calzarse con elegancia, algo que en Cuba cuesta bastante caro.
Coincido con Paquita de Armas en que la censura no es la cura. Y menos aquí, donde, en los últimos 50 años, se ha censurado por igual lo bueno y lo malo en el campo del arte. La única ley para favorecer la mejor música debiera ser la de propiciarle las condiciones para que compita y gane en buena lid. Pero todo indica que es una solución muy difícil en nuestro sistema, en el que siempre predominan los enmiendas facilistas.