LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Dora y Mario decidieron irse a Estados Unidos, para ayudar desde allá a sus dos hijas que se quedaron desempleadas. Los reclamó el hermano de Mario, que vive en USA hace años y tiene una pequeña compañía de pulir pisos de granito.
Obtuvieron la visa americana sin dificultades, pero la odisea empezó cuando se presentaron en Inmigración y Extranjería a solicitar el permiso de salida, llamado oficialmente tarjeta blanca, y que el pueblo conoce como “carta de libertad”.
La cola se las traía. Cuando por fin llegó el turno de Dora y Mario, les abrieron un expediente y les entregaron unas planillas que debían presentar en la Dirección Municipal de la Vivienda, con la propiedad de su casa.
Allí, a su vez, les abrieron otro expediente nombrado B6. Cuando la abogada de Vivienda revisó el documento de propiedad, notó que el nombre de una de las entrecalles estaba incompleto. Mario le preguntó si no podía añadir las letras que faltaban, pero la funcionaria, mientras le extendía la propiedad, le dijo: “Vaya a Arquitectura a subsanar el error”.
En un mes resolvió el asunto; pero faltaba la firma de la directora, que nunca aparecía. Un día se encontró con el arquitecto que agregó lo que faltaba al título de propiedad, en compañía de una mujer, Mario estaba molesto y cansado; le habló en alta voz, hasta que la pareja lo calmó, indicándole que esperara un momento.
Diez minutos más tarde, Mario salió contento del lugar, y regresó a Vivienda con los papeles en regla, donde se incluían la carta firmada por el bodeguero y el presidente del Comité de Defensa donde consta que no adeuda ningún equipo electrodoméstico, y la baja de la libreta de racionamiento.
Cuando entregó la propiedad, la abogada la puso sobre su escritorio, y le dijo:
-Desde este momento queda confiscada su casa con todos sus bienes, y Ud. debe permanecer tres días sin salir para que podamos hacerle el inventario”
Mario no podía creer lo que estaba escuchando y preguntó:
-Y mis hijas, que se quedan en Cuba ¿dónde se meten?
-Pagarán alquiler –respondió la funcionaria-; y si quieren adquirir la propiedad, después de tres meses de su salida pueden hacer un contrato de compra y venta.
Y sin mirarlo, sentenció irónicamente:
-Y ojalá que le vaya bien en su aventura americana.