LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -Enrique Pérez Rodríguez (Kiki), de 44 años, y su familia sólo habían visto un asalto policial así en las películas americanas que ponen en la TV los sábados por la noche.
El pasado 3 de agosto, los reflectores de los carros policiales convirtieron la madrugada en día claro. Poco antes de las 5 de la mañana, decenas de agentes del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI), con las armas en la mano, con chalecos antibalas y hasta con pistolas de lanzar redes, penetraron en tromba en su casa, en calle 15 número 173, en Parcelación Moderna, Arroyo Naranjo.
Entre órdenes amenazantes, llantos de niños y ladridos de perros, registraron palmo a palmo la casa y sus alrededores. Venían en busca de carne de res y de pruebas de que Enrique Pérez estuviera implicado en el robo de varias reses pertenecientes nada menos que a una de las varias fincas del comandante Guillermo García en las afueras de la capital. Aseguran que por el robo están presos varios hombres de Las Guásimas, Managua y El Cotorro.
El aparatoso allanamiento y registro en casa de Pérez Rodríguez fue otro de los muchos que se desarrollan en todo el país como parte de la Operación Tauro, una gigantesca batida contra el hurto y sacrificio de ganado mayor, donde la policía aprovecha para hurgar en cualquier otro delito, ilegalidad o disidencia que aparezca o suponga.
“La casa era vigilada desde hacía varios días y la policía y sus chivatos, especialmente un oficial retirado llamado Izquierdo, chequeaban todos los movimientos de los que entraban y salían. Notamos algo anormal en el barrio, pero como no estábamos en nada malo no imaginamos que fuera con nosotros”, refiere la madre de Enrique, María del Carmen Rodríguez Acosta.
La policía halló 22 libras de carne en el refrigerador, pero la mayor parte era de cerdo. De nada valió que habían comprado –de modo ilegal, claro, cómo único se puede comprar- unas pocas libras de carne de res para el consumo de la familia. Se la llevaron como si fuera la prueba concluyente del delito.
Además, los agentes exhibían triunfantes las demás evidencias que ocuparon: dos machetes, un cuchillo de carnicero, varias sogas, una pistola de calamina y ropas de Enrique con manchas de sangre. En definitiva, nada extraño, si se tiene en cuenta que el hombre con frecuencia mata y descuartiza algunos de los puercos que cría para vender. Tiene además un carretón de caballos con el que trabaja para Servicios Comunales en la recogida de basura.
A Pérez Rodríguez se lo llevaron esposado. Está en la prisión Combinado del Este, en espera de juicio, desde hace más de dos meses. Según el abogado, no hay pruebas contra él. Pero continúa en la cárcel.
“Enrique está cada vez más flaco y enfermo de los nervios, me lo van a volver loco. Y lo que es peor, también a Moisés (uno de sus siete hijos). Tiene 8 años y por problemas en el parto padece de retraso mental. Desde el registro se altera mucho cada vez que ve a un policía y dice que se va a matar,” comenta angustiada María del Carmen.
En el barrio todos aseguran que Enrique Pérez Rodríguez es inocente. “Es un abuso. Kiki es un hombre de trabajo. Asiste a una iglesia evangélica, no se mete con nadie. Siempre anda atareado con sus animales, apenas habla”, afirma Boris, de 39 años, un vecino que se negó a servir a la policía como testigo del registro.