LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – La historia de la lucha clandestina contra la dictadura batistiana en el poblado costero Baracoa, en provincia Habana, no ha sido escrita todavía. Uno de sus héroes desconocidos fue Julio Caro, que en sus últimos años de vida intentó escribirla, pero su muerte tronchó el proyecto, que se encuentra bajo el resguardo de la familia
De joven Julio Caro fue un tipo inquieto, se fue a estudiar a los Estados Unidos ingeniería naval, y regresó a Cuba cuando se graduó. Se incorporó a la lucha clandestina contra Batista, como jefe de célula y, a finales de 1958, se fue a pelear a la Sierra Maestra. En enero de 1959 bajó con la tropa, y con grados de capitán. Conoció al comandante Ifigenio Ameijeiras en una fiesta la noche del primero de enero, y siguió con él y otros oficiales, construyendo a paso rápido la nueva sociedad.
“Fueron años convulsos -contaba Julio en su apartamento del reparto militar de Baracoa-. Un día Raúl dijo que había que sacudir la mata, e inventaron la operación Dulce Vida, y fuimos confinados a granjas de trabajo muchos oficiales y varios capitanes y comandantes que pasábamos el tiempo en fiestas y jodiendo la pita. La puerta del ómnibus donde íbamos a trasladarnos hasta la granja estaba custodiada por los jimaguas Patricio y Tony de la Guardia, militares procesados años después por traición a la patria. Ifigenio le preguntó a Tony: ¿Hasta cuándo es esto? Y, según él, los jimaguas contestaron al unísono:
-Hasta que nos acordemos que están aquí.
Julio Caro vivió hasta su muerte buscando su rehabilitación como revolucionario, La alcanzó de manera parcial. Luego de su estancia de castigo en la granja se incorporó a la marina mercante. Fue capitán de barcos durante diez años, hizo un curso de navegación satelital y fue profesor de la Escuela Naval, pero se desgastó demasiado intentando revalidar sus grados militares. Lucho a brazo partido para conseguir que antiguos compañeros, oficiales del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, reconocieran sus méritos de antaño. Caro se fue del mundo con la amargura de no haber recuperado los galardones de ayer.