LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -Desde aquel día de junio de 1958 en que Fidel Castro se juró consagrar su vida a desarrollar una guerra eterna con los Estados Unidos ese ambiente de confrontación bilateral entre vecinos ha prevalecido y marcado los derroteros de nuestra historia en el último medio siglo.
A lo largo de estos años el ex presidente Castro demostró la habilidad necesaria para garantizar la plena vigencia del enfrentamiento político para, con la magistral colaboración de sus adversarios de la otra orilla, sostener el pugilato verbal y el discurso de plaza sitiada, sin que el desencuentro llegue nunca a concretarse en un enfrentamiento bélico que podría ser tan catastrófico como definitorio.
Cada vez que se han creado ambientes propicios para operar un cambio más o menos significativo en la política norteamericana, que pueda redundar en una mejoría sustancial de las relaciones y de paso restar argumentos y sentido a la extrema intolerancia de las autoridades de La Habana, el alto liderazgo se las ha ingeniado para llevar agua fresca al molino de la confrontación.
En 1980 la crisis generada por los incidentes de la embajada de Perú en La Habana matizada por el éxodo hacia Estados Unidos de más de ciento veinticinco mil cubanos y los más abochornantes atentados a la dignidad de los individuos, echaron por tierra los avances logrados durante la administración del conciliador presidente Carter. Por otra parte el derribo de dos avionetas de la organización de exiliados Hermanos al Rescate, el 24 de febrero de 1996, sirvió para dinamitar los puentes de distensión tendidos durante la primera administración Clinton, que habían logrado sobrevivir incluso la crisis de los balseros de 1994.
Tras su abrumador triunfo electoral, el presidente Barack Obama ha demostrado con medidas y acciones concretas su disposición a abrir el camino a la normalización de las relaciones bilaterales, sin hacer concesiones en los principios indeclinables que cimentan la modernidad democrática.
Estas posiciones y los diseños de la Unión Europea para tender puentes de comunicación y dialogo crítico, han tenido que enfrentar el arsenal de inconsecuencias, manipulaciones y provocaciones con que las autoridades han logrado mantener el muy conveniente ambiente de crispación e inmovilismo.
La actitud del gobierno cubano de convertir a espías convictos y confesos en bandera de confrontación política y el ensañamiento con que ha tratado el tema del contratista norteamericano Alan Gross, condenado a quince años de cárcel en Cuba, vuelve a demostrar la falta de vocación de los jerarcas de La Habana para emprender el camino de la distensión
Con pesar podemos apreciar que la gerontocracia irreciclable, empeñada en eternizar su poder, demuestra muy poca sensibilidad patriótica y humanista para buscar soluciones consecuentes a los problemas y retos que plantea el futuro de Cuba, pero además parece carecer de la capacidad e imaginación necesarias para moverse en un ambiente global de moderación y relaciones normales.
La sostenida retorica confrontacional y la represión recrudecida hacia las crecientes manifestaciones de oposición, parecen indicar su determinación de fortalecer los cimientos de la fortaleza inmovilista.