LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -¿Estará cocinando el régimen cubano un nuevo golpe de suerte, con el beneplácito (tácito o no) de la ONU, esta vez referido a la posición del Relator para la libertad de reunión y asociación? Sólo ellos y el diablo lo saben, de momento.
Algunos grupos pertenecientes al movimiento de oposición pacífica en Cuba han adelantado conclusiones tal vez impulsivas, haciendo pública su indignación ante las palabras recién declaradas por Maina Kiai, Relator de Naciones Unidas para la libertad de reunión y asociación, que diera a conocer el embajador cubano en Ginebra. Sin embargo, ateniéndonos objetivamente a lo declarado por Kiai, parece que aún no existen claros motivos para alarmarse. Sin que ello descarte que puedan existir motivos para la extrañeza y la expectación.
En esencia, Kiai se ha limitado a manifestar su deseo de venir a Cuba para comprobar, in situ, las fundamentaciones de un informe presentado por el régimen ante el Consejo de Derechos Humanos, donde se riegan flores sobre el “disfrute del derecho a la libertad de reunión y asociación pacífica” que gozamos aquí.
Desde luego que no deja de resultar sospechoso que el representante del régimen en Ginebra mencionara, aunque a su manera, lo dicho por el Relator. Sobre todo si se tiene presente cuánto ha contrariado siempre a los caciques la mera posibilidad de que tales funcionarios de la ONU acerquen las narices a sus predios.
Sin embargo, como ya se ha estado denunciando en estas páginas, una de las estrategias que mejor tipifican el accionar cínico y manipulador del régimen en los últimos tiempos, apunta a la invención de una sociedad civil organizada, a través de cuyas organizaciones y grupos, que supuestamente actúan al margen del poder e incluso de la política, pueda proyectar hacia el exterior una imagen alternativa a la que ofrecen las organizaciones y grupos de la oposición pacífica.
Es evidente que el régimen trama una jugada sucia, con la complicidad (ingenua o no) de muchos cubanos de a pie, que han visto en esas nuevas organizaciones amañadas un escape, un alivio, o una alternativa para la canalización de necesidades, demandas y anhelos reprimidos durante medio siglo.
Lo lamentable sería que el Relator de la ONU se permitiese caer en una trampa tan burda. Y más que lamentable, sería desesperanzador y escandaloso que viniese a Cuba cumpliendo órdenes, o al menos respondiendo a expectativas que limiten su capacidad de observación ante los trucados hechos que le muestre el régimen.
No iba a ser la primera sorpresa que nos dispensan las organizaciones de la ONU, la cual últimamente remite con frecuencia a la leyenda de aquel templo que tomaron por asalto los fariseos, dispuestos a ponerle precio a los valores del espíritu.
Pero aún es temprano para las conclusiones. Lo único que tal vez podemos dar por seguro, desde ya, es que algo está oliendo a podrido entre La Habana y Ginebra.
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