LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Marlene, Murillo, sus hijos y nietos, forman una humilde y tranquila familia. Trabajadores de a pie que viven en la calle 228 del poblado de Jaimanitas, al oeste de La Habana.
Pero Marlene y Murillo tienen un vecino, pared con pared, que por mucho que lo estimen, les ocasiona un problema de vez en cuando. El vecino es Frank Correa, periodista independiente colaborador habitual de CubaNet. Agentes de Seguridad del Estado, visitan con frecuencia a Marlene y Murillo, aconsejándoles que no tengan de amigo a un contrarrevolucionario. “Eso no les conviene”, dicen. No hay que olvidarse que un millón de trabajadores pronto se quedarán en la calle.
El martes de la pasada semana, dos agentes llegaron por tercera vez a casa del matrimonio, otra vez con el mismo cuento: quieren que el matrimonio termine la amistad con Frank. Para estos represores no vale eso de que, la mejor familia es el vecino más cercano. Menos les importa que la niña de Frank y Yunia, su mujer, se haya encariñado con Marlene.
Se trata, bien que lo saben los activistas del Movimiento de Derechos Humanos, de uno de los métodos represivos más estúpidos e inútiles del castrismo. No les da resultado, y todo por culpa de las paredes, sobre todo cuando se trata de paredes comunes, que dividen y unen a la vez.
Como los presos, que se comunican a través de golpecitos en los muros de las celdas, así se comunican los vecinos que la Seguridad del Estado quiere convertir en enemigos.
Conozco bien de estas historias.