LA HABANA, Cuba, 21 de julio, 173.203.82.38 -A las cinco de la tarde de este martes, una larga cola de habaneros esperaba para entrar a la Cinemateca de Cuba, en la Calle 23 del Vedado. Personas de todas las edades, pero sobre todos jóvenes, se acumulaban impacientes para ver Habanastation, la novedad cinematográfica insular. Una película dirigida por Ian Padrón y producida con la colaboración del ICAIC, el ICRT y el grupo de teatro infantil, La Colmenita.
En la idea original de Felipe Espinet, un niño cubano rico se pierde en una concentración a favor de la dictadura, el Primero de Mayo. Mientras busca como llegar a su casa, coincide en un barrio pobre, marginal, violento y alejado de la liturgia del poder, con uno de sus compañeros de aula. Un niño muy pobre, más bien miserable, pero el único que puede sacarlo de la situación.
Con los recelos propios de los desencuentros y de provenir de medios sociales y culturales diferentes. Mayito, el niño rico, y Carlos, el pobre, comienzan a construir una relación sobre la base de valores comunes como la solidaridad y la ayuda mutua como mecanismo de sobrevivencia. Mario prestará su Playstation a Carlos, quien lo protegerá en el terrible barrio donde vive.
El filme logra una coherencia excepcional, evade la politiquería tan común en el cine cubano y, a la vez que provoca una sonrisa permanente, obliga a reflexionar sobre la realidad nacional, social y cultural. En lo cultural, trasciende por la recreación del lenguaje popular de jóvenes y adolescentes, con sus acentos, declinaciones y muletillas.
Ian Padrón demuestra nuevamente con Habanastation, que es uno de los más sólidos directores del actual panorama cinematográfico insular. Su filme mantiene el ritmo con un pulso encomiable, nunca cae, se mantiene en un vibrato ascendente que culmina en final feliz. Viene a la mente Los niños del Paraíso, la atractiva película iraní.
No estuvo solo el director en este empeño. Hoari Chiang, como director asistente, Javier Figueroa, como sonidista, y Alejandro Pérez, encargado de la dirección de fotografía hicieron lo suyo, como una máquina de relojería. O como dijera Padrón, “Sintonizamos todo el tiempo. Uno para todos y todos para Habanastation.” No obstante la fotografía de Pérez, es de un preciosismo escandaloso, aunque el deseo de poner el monumento de la plaza cívica en el set, aunque fuera dibujado, suene un poco forzado.
En las actuaciones de los niños Andy Fornaris, el pobre, y Ernesto Escalona, el rico, se notan la frondosidad y frescura propias de su edad, y el control de un director consagrado, que los supo guiar. La película provoca fuertes aplausos del público agradecido.