LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -El recientemente fallecido escritor norteamericano Gore Vidal decía estar seguro de que en los Estados Unidos siempre le habían mentido sobre la revolución de Fidel Castro. Pero cuando visitó La Habana, en diciembre de 2006, perdió la oportunidad de saber la verdad sobre Cuba: sólo conoció el país que le mostraron sus anfitriones oficiali
No supo, por ejemplo, que la mañana del mismo día que llegó a La Habana –10 de diciembre- quince activistas pro democracia que pretendían conmemorar el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos fueron detenidos por la policía política luego de sufrir una golpiza en un parque del Vedado.
De cualquier modo, Gore Vidal, que viajó a Cuba con ideas preconcebidas, no se habría inmutado. Si acaso, hubiera buscado alguna razón que justificara el hecho represivo. Si no la encontraba, sus anfitriones, gustosos, se la habrían dado. Por supuesto, Gore Vidal hubiera entendido.
Para Gore Vidal, como para la mayoría de los intelectuales de izquierda norteamericanos, los Estados Unidos son los culpables de todos los problemas mundiales. En el caso de Cuba, rechazan emocionalmente las políticas de su gobierno y se sienten descalificados para juzgar a “un gobierno víctima del bloqueo norteamericano”.
Encerrado en la villa sobre los acantilados de Amalfi, en su auto-impuesto exilio italiano, Gore Vidal solo se enteraba de las verdades que consideraba adecuadas. En las otras no reparaba. Su moral era selectiva y giraba solo a la izquierda.
Pero nunca se consideró “un mal americano”, como a menudo era calificado en su país. Por el contrario, decía ser “el último americano bueno”, empeñado en rescatar una república decente, alejada de la hipocresía y que fuera respetada en el mundo.
Gore Vidal nunca trató de demostrar su inocencia o sus escrúpulos. Aprovechó las novelas históricas que escribió para verter vitriolo sobre la historia de su país. No tenía reparos en confesarlo. Como novelista podía ser tan meticuloso -o descuidado- como un historiador y a la vez reservarse el derecho de reordenar los acontecimientos y atribuir motivaciones, a pesar de que reconocía que “era algo que el historiador o biógrafo escrupuloso no debería hacer nunca”.
En 1960 Gore Vidal presentó sin éxito su candidatura al Congreso estadounidense. A inicios de los años 70 trató de crear un partido independiente. Alguna vez confesó que durante mucho tiempo su mayor ambición fue ser presidente de los Estados Unidos. Tuvo que conformarse con ser uno de los más grandes escritores norteamericanos. Salimos ganando los lectores. Y su país y sus paisanos también.