GIBARA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Claudia Rojas rueda en el nororiental poblado de Gibara un corto, falso documental, sobre Humberto Solás. Aprovecha para la filmación la celebración del 10º Festival de Cine Pobre, que se inauguró el martes.
Las calles de Gibara están llenas de gente a toda hora y cientos de jóvenes “mochileros” llegados de toda la isla matizan la gran expectativa de esta comunidad por el evento cultural.
El corazón de la ciudad está en estos días en la Calle Real –esa que nace del mar y llega hasta el acueducto- entre los parques Calixto García y Colón.
En un extremo está la Casa de Cultura, con disertaciones teóricas y presentaciones paralelas al evento, como la magnífica exposición “Gibara con su propia luz”, del fotógrafo José Julián Martí, o la presentación del proyecto Danza Gibara (CODANZA).
A los gibarenses les gusta este festival y lo apoyan con todo lo que pueden. Consideran que sus organizadores internacionales y los artistas cubanos implicados en el proyecto hicieron mucho por la comunidad, luego de que el huracán Ike arrasara literalmente con el poblado en el año 2009. Las heridas abiertas aun son visibles. Espacios vacíos, casas en ruinas, el muro del malecón del litoral destruido por varias zonas.
Según dice Alexis Triana, Director de Cultura en la provincia de Holguín, en el tabloide La Luz, gracias al Festival de Cine pobre, el Ministerio de Turismo priorizó las inversiones en el poblado para este año 2012. También el Centro Nacional de Patrimonio destinó fondos para reparar el Museo de Ciencias Naturales de la localidad, mientras que el Centro de Colaboración para la Cultura Cubana canaliza donaciones del país Vasco, definidas como “importantes” para las instituciones culturales de Gibara.
En sus cuatro páginas La Luz incluye editoriales, criticas, entrevistas, comentarios y la programación diaria del festival. En él, Lester Hamlet, nuevo Director del certamen, declaró la intención de concebir a la ciudad como “un enorme set cinematográfico”, como tributo al pueblo que acoge esta fiesta “casi como lo más importante de su existencia”.
Pero fuera de la burbuja del festival, el gibarense sigue su vida, con las miserias propias de su existencia, en un apartado pueblo pesquero que vivió sus mejores tiempos durante la república. O quizás antes, cuando se levantó el Teatro Español (1889), joya arquitectónica de la localidad aun sin restaurar, abandonada con el paso del tiempo y de la corrupción.
Como aparente muestra de progreso al oeste de la ciudad se levantan orondas las baterías de aerogeneradores, pero en Gibara –más pobre que el Festival, a pesar de las supuestas inversiones priorizadas y de que no llevar el adjetivo “pobre” de apellido- un peso cubano tiene un valor tan alto que los sorprendidos visitantes de la capital no pueden retener la sonrisa condescendiente ante su valor de compra.
Mientras el miércoles muy temprano en la mañana, en el Parque Calixto García, Carlos Maristany filma las primeras escenas de su corto “Como el que más”, los gibarenses amantes del cine pobre –sin acceso a internet y, por ende, ajenos a la sonada disputa respecto al Festival, acaecida entre la familia Solás y las autoridades culturales- se preguntan a dónde fue a parar el anterior director del festival Benvenuto Solás, sobrino de su fundador, Humberto Solás.