LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -A conveniencia suya, Fidel Castro solía esgrimir un “sí” público, aunque fuera un “no” íntimo, y viceversa. Al fútbol cubano siempre le presupuestó un “sí”, pero era “no”.
Debe haber codiciado tener un buen equipo criollo, cosechador de lauros en eventos internacionales. Sin embargo, no toleraba, ni en sueño, que sus atletas bebieran las mieles del deporte profesional: libertad, fama y dinero.
Los futbolistas cubanos necesitaban interrelación permanente con clubes foráneos. Pero no se autorizaron nunca acuerdos de cooperación en esa disciplina deportiva, ni siquiera con el campo socialista de Europa. Incluso, durante las décadas de los 60, 70 y 80 muy rara vez se televisó aquí un juego de fútbol.
El Instituto Nacional de Deportes y Recreación (INDER), que siempre fue un instrumento personal del cacique, y sin rango ministerial, lo cual era mucho mejor para él, ensayaría al fin una campaña de promoción futbolística, en la década de los 90.
Algunos llegaron a creer que los Pelé y Maradona criollos surgirían por racimos. Por su parte, La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), donaría millones, en billetes y en equipamientos, a la Federación Cubana de Fútbol. Pero el ya anciano cacique seguía prolongando el “sí”, pero “no”. ¿Y a dónde fueron a parar las donaciones?
Al margen del caciquismo y sus mezquinos delirios, de sobra se sabía que lograr un fútbol de trinchera era imposible. Y si, por el contrario, se aceptaban las reglas de lo que el cacique llamaba “deporte rentado”, al intentar quitarle a los Pelé nativos su dinero ganado en eventos internacionales, como hizo con todos sus deportistas en el resto de las disciplinas, inevitablemente le habrían marcado el gol de la deserción.
Decir ahora que Cuba no tiene tradición futbolística, o que por falta de recursos financieros el fútbol quedó a la zaga, es, de hecho, desinformar.
Antes del triunfo de la revolución cubana, se practicaba aquí el fútbol desde hacía 48 años. Incluso una vez el equipo nacional logró incluirse en la elite mundial durante la época republicana. Además, un campo y un equipo de fútbol no requieren mayor financiamiento que un terreno y un equipo de béisbol.
El cacique, cuando quería quitar, “daba”. En otras ocasiones desinformaba fingiendo informar. Y al parecer la tendencia es hereditaria. El pasado 10 de diciembre, al cumplirse cien años del fútbol en Cuba, el gobierno, al mismo tiempo que anunciaba, por vez primera, una jornada de celebración futbolística nacional, desinformaba sobre las pateaduras dadas a los que en las calles celebraban el coincidente día de los Derechos Humanos.
¿Iría la policía a practicar fútbol zascandil con los disidentes?. No, pero sí.