LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -No hay otro personaje político de la historia que haya inspirado tanta pasión en Fidel Castro como Alejandro Magno. José Martí, Carlos Marx, Lenin, Stalin o Napoleón no llegaron a su corazón como el Gran Emperador de Macedonia, nacido en el 356 Antes de Cristo.
En numerosas entrevistas concedidas a periodistas extranjeros, Castro ha expresado su admiración por el conquistador macedonio. Y en el 2000, pese a que el Ministerio de Educación no disponía de papel para imprimir los libros de texto escolares, mandó a imprimir la obra novelada de Valerio Massimo Manfredi, sobre la vida de Alejandro Magno, tres tomos voluminosos y cansones, cuya presentación destaca que se trata de ¨una circulación limitada al territorio de Cuba¨.
Los hijos varones de Fidel se nombran Alexander, Alexis, Alex. En 1955, llamó a su organización terrorista ¨26 de Julio¨, fecha del nacimiento de Alejandro Magno. A la edad de 17 años, quiso llevar el nombre de este cruel emperador, y sus padres lo complacieron con una nueva inscripción de nacimiento, efectuada en Birán, el 11 de diciembre de 1943.
Cuenta la historia que el invasor macedónico, en su afán expansionista, condujo a su ejército a lo largo de 35 mil kilómetros. Así conquistó el noventa por ciento del mundo entonces conocido. Cuando Alejandro sitiaba una ciudad, fijaba en la puerta una enorme antorcha. Mientras estuviera encendida, respetaba la vida a cada ciudadano que saliera de ella. Pero apagada la antorcha, los que se habían quedado dentro, tanto niños, mujeres y ancianos, eran traspasados con la espada por orden suya, considerados inconformes con su ocupación.
Fue en la adolescencia que el joven Fidel Castro descubrió sus semejanzas con Alejandro Magno. Ambos inquietos, de temperamentos impetuosos, incansables, aventureros, amantes de las armas y la guerra, ansiosos por realizar grandes proyectos, pero sobre todo, con ínfulas de poder absoluto, las cuales les acompañaron durante toda la vida.
Como el Gran Rey de Asia, pero en versión caricaturesca, Fidel Castro ha querido colocarse al nivel de los dioses y los héroes, ser recordado eternamente, ser venerado por muchos. Aunque viejo y enfermo, no ha descuidado sus medios de comunicación masiva, ni deja de soñar con expandir su imperio de ideas políticas a otros países; primeramente con las armas, y luego, empleando fórmulas como el envío de médicos, maestros, entrenadores deportivos y agentes de la Seguridad del Estado.
Ambos hombres prefirieron vivir entre guerras y revoluciones. Y si Macedonia le resultaba poco al asiático, con Birán, y con Cuba, le ocurrió lo mismo a Fidel, quien ha necesitado ser dueño de todo un país, y con soñar con serlo de otros, para sentirse realizado. Ni siquiera más de medio siglo de poder absoluto ha sido suficiente para saciar su delirio de grandeza.
Alejandro Magno obtuvo grandes riquezas. También el monarca cubano ha disfrutado una vida de lujos, mientras su pueblo sufre un atraso de más de medio siglo. Su gobierno ha sido dirigido por él mismo, siempre imposibilitado de dar solución a una gran cantidad de asuntos a través de una mediocre burocracia, en la que familiares y amigos han ejercido las funciones de justicia, mientras él prefería guerrerar con un mapa desde su buró, y encarcelar a quienes aún se niegan a postrarse ante él.
A la muerte de Alejandro Magno, fracasó su imperio. No pudo ver cómo sus seguidores y amigos dejaron que se fraccionara y extinguiera. Ni siquiera sus hijos participaron en la rebatiña del poder. Murió a los 33 años.
A esa misma edad, Fidel dio sus primeros pasos para juntar todo el poder en sus manos y crear su imperio. Gracias a que ha vivido 87 años, hoy puede verlo convertido sólo en eso: en un ideal, en una quimera vacía, pero sobre todo, ha podido ver cómo una gran parte del pueblo lucha por lograr aquel comercio floreciente que él destruyó con los pies y la cabeza.
Ciertos artistas cubanos que quieren halagarlo, hasta le han colocado en la cabeza la célebre causea o gorro macedónico que usaba Alejandro Magno en sus batallas. Si se repiten cada uno de los pasos de esta historia, con la muerte de Fidel Castro también morirá su imperio.