LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Fanfán Bernadette, una francesita que domina muy bien el español, vino a La Habana en el otoño del 2011 para estudiar el contexto cubano.
Le interesaba mucho la distribución de la pobreza, la libreta de racionamiento, el deterioro de las condiciones habitacionales, el ingreso per cápita, etc. Fanfán es muy afable y entabló amistades con vecinos del Vedado, barrio donde rentó una habitación.
Ellos le mostraron la libreta de racionamiento, con las emborronadas casillas de las cuotas de aceite, azúcar, pan, arroz…
-¿Tres kilogramos de arroz al día? -decía Fanfán- ¡Uh, la, la!.
-¡No!. Son tres kilogramos por persona, para el mes.
-¡Oh, que poco!, reconoció apenada Fanfán.
También bebió una infusión de café mezclado con chícharos, probó el picadillo de soya, las croquetas de claria… y después de la degustación del menú socialista, exclamó: “¡Que horror!”
Ella paseaba por la ciudad con una cámara en ristre. Coleccionó imágenes de derrumbes, basureros, ciudadelas. Anduvo y desanduvo el Casco Histórico de la Ciudad, el monumento a José Martí y los edificios ministeriales que circundan la Plaza.
¿Cuál es éste ministerio? ¿Cuál el otro?, inquiría tirando fotos sin cesar. Pero lo que más pareció asombrarle fue la abundante presencia de buitres.
-¿Por qué hay buitres? – preguntaba Fanfán, señalando a las tiñosas que orbitaban en torno al obelisco -En Paris nunca he visto a los carroñeros volar por el Arco del Triunfo, los Campos Elíseos, el Boulevard Montparnasse, o por la Torre Eiffel, ¿por qué hay tantos buitres en la ciudad ?”.
-A causa de las escasez -le contestaron. Probablemente en las campiñas cubanas ha mermado la matanza de animales y las auras vienen a las urbanizaciones en busca de otro tipo de carroña.
Pero, Fanfán Bernardette no lograba comprender y retornó a Francia impresionada por el fenómeno de las tiñosas urbanas.
Resulta notable que un sinnúmero de tiñosas se han establecido en la ciudad y gran cantidad de ellas se concentra en los alrededores del monumento a José Martí y los edificios colindantes de la Plaza de la Revolución.
No conozco el verdadero motivo del curioso fenómeno, pero algunos suponen que quizás el volumen de desperdicios comestibles generado por el Consejo de Estado, el Comité Central del Partido y el Ministerio de las Fuerzas Armadas, los lugares donde quizás se coma mejor en la ciudad, atrae a las aves carroñeras.
Wilfredo Echemendía, un carnicero jubilado, de 72 años, explica que en La Habana hay tiñosas por dondequiera. “Esos animales son del carajo”, dice. Cuenta que en la calle 18 del Vedado, falleció un anciano, residente en el último piso de un edificio de apartamentos, y después de varios días los vecinos descubrieron el cadáver descompuesto, gracias a las tiñosas posadas en las ventanas.
Antes de la visita del Papa, en el pasado mes de marzo, las auras desaparecieron de la Plaza y muchos creen que se debió a la instalación de espantadores electrónicos en las cumbres de los edificios, para ahuyentarlas.
Pero las auras tiñosas cubanas, persisten en vivir en la ciudad y se trasladaron al malecón. Sobrevuelan la Sección de Intereses de EE UU, el “monte de las banderas”, la “tribuna anti imperialista” y se posan en los balcones de los edificioa más altos.
Quizás Fanfán Bernadette al contarle a sus amistades parisinas su experiencia habanera, les hable sobre las tiñosas urbanas y los humanos que habitan la ciudad. Ambas especies tienen en común, además de la ciudad en que habitan, alimentarse con carroña.