LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -La alocución hecha por el actual presidente Raúl Castro el pasado viernes ante la Asamblea Nacional ha provocado a un tiempo decepciones y esperanzas.
Las desilusiones se centran en el tema migratorio. Agencias de prensa internacionales anunciaron la libre salida y entrada de los cubanos, pero el orador se limitó a reafirmar “la invariable voluntad de introducir paulatinamente los cambios requeridos en esta compleja temática”. Algo así como advertir que se hará poco, y tarde o nunca.
Al propio tiempo, cambió el discurso oficial, que daba por sentado el apoyo de “todo el pueblo” al castrismo. Ante los testarudos hechos, el Presidente, haciendo honor a su segundo nombre (Modesto), afirmó con modestia que ese hipotético respaldo se refiere sólo a “la mayoría de los cubanos”. No es que esto último sea cierto, pero se aleja un poco menos de la realidad.
Este reconocimiento vergonzante de que un número apreciable de ciudadanos no apoya al régimen, contradice la repetida caracterización de la disidencia como “un puñado de mercenarios”. Se insiste en considerar a los cubanos como una especie de subnormales que, para expresar su inconformidad con la situación que sufren en carne propia, necesitan recibir órdenes y pagos del extranjero.
Las esperanzas motivadas por la alocución se centran en las excarcelaciones. Por supuesto que el anuncio de la liberación de “más de dos mil novecientos sancionados” —a los que se suman otros que serán soltados por los órganos represivos—, tiene que ser acogido favorablemente por la opinión pública. Hay que recordar que la proporción de presos en nuestro país es de las más elevadas del mundo.
Lo anterior es cierto pese a la baja virulencia relativa de nuestra delincuencia. Aunque en los últimos tiempos se incrementaron el crimen organizado y la violencia letal —especialmente entre los jóvenes—, es evidente que no existe comparación posible, en este terreno, con países como Estados Unidos o algunos de Nuestra América.
Pese a ello, las organizaciones independientes que monitorean el número de encarcelados manejan datos extraoficiales (únicos disponibles, pues el gobierno no publica informaciones al respecto) del orden de los ochenta mil.
En ese contexto, es natural que la cifra de casi tres mil despierte ilusiones, pese a representar menos del cuatro por ciento del total. Hay que decir que el elevado número de cautivos se debe sobre todo a la severidad extrema de las leyes vigentes y de los tribunales que las aplican, los que —por poner un solo ejemplo— castigan con mayor rigor el sacrificio de una res que el de un ser humano.
Por ende, las liberaciones ahora anunciadas constituirán apenas una rectificación parcial y tardía de algunas de las injusticias cometidas por las autoridades comunistas durante decenios.
Es bueno subrayar que los excarcelados serán agraciados por indultos, mecanismo que los castristas sólo emplearon en la segunda mitad de los años ochenta del pasado siglo, cuando más de tres mil compatriotas sancionados por delitos políticos fueron favorecidos de ese modo, en lo que constituyó el prólogo al primer diálogo “La Nación y la Emigración”.
Al ser indultados, estos nuevos beneficiados se diferenciarán de presos de conciencia liberados en años recientes, como los miembros del Grupo de los 75, quienes están en la calle en base a licencias extrapenales que pudieran ser revocadas en cualquier momento, pues sus injustas sanciones continúan vigentes.
Al propio tiempo, el Presidente anunció la excarcelación de 86 extranjeros de 25 países, aunque “bajo la condición previa de que los gobiernos de sus naciones de origen acepten su repatriación”.
Aquí se refleja la arbitrariedad con que tratan a sus súbditos los castristas: Como no reconocen el derecho de todo cubano a regresar a su tierra, plantean a las autoridades foráneas, como supuesta “condición”, que acepten el reingreso de sus nacionales, cosa a la que ellas no pueden negarse, por ordenarlo así sus leyes.
Esperemos que este nuevo anuncio del general Raúl Castro permita liberar a los presos políticos y mitigar la represión al delito común, así como excarcelar a extranjeros que han despertado grandes cuestionamientos, entre los que se destaca el norteamericano Alan Gross, víctima inocente del diferendo con Estados Unidos.