LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -El arte de “sobrevivir” es practicado por gran parte del pueblo cubano. Médicos, ingenieros y trabajadores de diversos sectores laborales del país tienen que inventarlas en el aire para llegar con un peso en el bolsillo al fin de mes. Y los artistas también.
En los últimos tiempos, es bastante común que un galardonado cineasta venda a domicilio harina de maíz, o que una actriz de la radio venda productos para el pelo, y un ex galán conduzca un auto de alquiler donde deja escuchar al viajero los poemas que lo llevaron al éxito en la televisión.
También reconocidos escritores venden obras propias y de otros a los libreros de la Plaza de Armas, los historiadores despiden duelos en los cementerios del país, y los artistas de la plástica pintan lo que les pidan, a gusto del consumidor. Eso por no contar el contingente de músicos que tocan en los sitios donde van turistas (extranjeros), solo a cambio de bebida y comida.
La cuestión es resolver. Más allá de tema de la imagen o el prurito de ser cantante o actor, hay que comer; existe un cuerpo y una familia que vestir y alimentar. Se acabaron los tiempos del orgullo y el celo profesional. La crisis económica no admite exclusividad.
Por eso no es extraño que, para comer, algunos actores hayan decidido convertirse en estatuas de carne y hueso en las calles y plazas del Casco Histórico de La Habana Vieja, y otros sitios relevantes del país, a cambio de las propinas de los turistas (extranjeros, en este caso); como ocurre en las ciudades del mundo capitalista.
En Cuba, la situación de los artistas cesantes o mal pagados, devenidos estatuas vivientes es peor que la de sus colegas estatuarios del mundo libre. Porque acá el esfuerzo es mayor y la retribución menor. El poder expresivo del cuerpo y la pose de inmovilidad total, requieren de un fuerte adiestramiento y de una buena alimentación que les impida sudar para que no se corra la pintura o se deshaga el papier machié con que configuran la imagen del personaje imitado.
De acuerdo con un reportaje realizado por Marieta Cabrera para la revista Bohemia, Oly Isaac, una estatua viviente villaclareña que actúa en las calles de La Habana, para realizar su trabajo, “desayuna tres o cuatro cucharaditas de arroz integral mezclados con un huevo crudo”.
También añadió que el actor dice consumir algún vegetal y un jugo de frutas, pues en dos horas de estática gasta la misma energía que un ciclista corriendo seis kilómetros.
Otro de los actores me aseguró que hace de estatua en la calle Obispo y en otros sitios donde la afluencia de público le permita sacar la inversión, mantenerse con esporádicos descansos muchas horas de pie, y ganar algo para comer, pues, si bien le gusta su arte, el mayor acicate es la necesidad.
“Me gusta que los adultos me admiren y los niños cubanos se diviertan, pero dejan muy poco, y yo también tengo hijos a los que quisiera ver divertirse. También tengo derechos y sueño con disfrutarlos”, expresó.
Además, asegura que sólo los turistas extranjeros, en ocasiones, lo “salvan” de verdad. A veces llega a su casa con diez o quince dólares, aunque con dolor en todo el cuerpo y apenas sin poder sostenerse en los pies. Si bien le mantiene vivo el orgullo de artista, en lo económico no da.
Preguntado por su opinión sobre los festejos del día de los trabajadores de la cultura, contestó: “La gran mayoría de los artistas cubanos no tenemos nada que festejar. La cultura tiene tan poca movilidad como la economía del país.”
El arte de sobrevivir en Cuba es una especie de ensayo general para cuando llegue el capitalismo; mientras esperamos ansiosos que los tramoyistas que dirigen el país decidan levantar el telón de la economía, algo que por el momento no parecen dispuestos a hacer.