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Escenografía y logros de los comunistas chinos

LA HABANA, Cuba, noviembre, 173.203.82.38 -Ha culminado el XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista de China (PCCh). Todo se desarrolló conforme a lo previsto, sin sorpresas. Según se había venido anunciando desde hace años, el mando supremo fue asumido por Xi Jinping como nuevo líder de la organización política, aunque todavía deberá esperar algunos meses para posesionarse también de la jefatura del Estado.

El Granma y la Televisión Cubana brindaron informaciones diarias sobre el desarrollo del cónclave supremo de los camaradas asiáticos. En las tomas en colores se apreciaba mejor la cuidadosa coreografía escenificada durante la semana que duró el evento. No hubo ni una sola vista colectiva de delegados en la que faltase la nota colorida dada por representantes de las minorías nacionales oprimidas, ataviados con sus trajes típicos.

Dejando a un lado las incidencias de la puesta en escena, es un hecho cierto que los comunistas chinos pueden ufanarse de logros reales y notables en el desarrollo económico del gigantesco país. Se diferencian en esto de sus compañeros de Cuba, que cuando todavía osan hablar de supuestos éxitos alcanzados, no convencen a nadie, pues los testarudos hechos les abren los ojos hasta a los poquitos fanáticos que aún quedan. Lo que mejor saben hacer es echarle el muerto al benévolo totí del “bloqueo yanqui”.

Los camaradas de ojos rasgados, tras superar las etapas tenebrosas del Gran Salto hacia adelante y la Revolución Cultural que vivieron bajo la férula del gran timonel Mao Dze-dong, pusieron los pies en la tierra, autorizaron a sus súbditos a prosperar en lo económico —algo que en Cuba está prohibido—, aceptaron la inversión de capitales extranjeros y propiciaron así un impetuoso desarrollo.

Por eso resultan creíbles las promesas que ahora hacen, de que el inmenso país duplicará su producto interno bruto y la renta per capita de la población para 2020, con respecto a 2010. También cabe esperar que se cumpla la consigna (redactada con la cuidadosa selección de vocablos que caracteriza a los comunistas) de “la construcción de una sociedad moderadamente acomodada” para fines del presente decenio.

Todo esto —desde luego— sin abandonar el rumbo del “socialismo con características chinas”, curioso eufemismo empleado para describir una sociedad que se desarrolla gracias al capitalismo puro y duro, pues está de regreso de las locas metas de colectivización por medio de gigantescas e improductivas comunas estatales, que condujeron a una espantosa hambruna en la que los muertos se contaron por millones.

En todo este ejercicio se destaca la falta de democracia propia de los regímenes marxistas-leninistas. El PCCh es, con mucho, el mayor partido del mundo —82 millones de miembros—, pero aun así representa un porcentaje pequeño de la población. Es lógico que así sea, si se tiene en cuenta que los mismos comunistas definen su organización como un “destacamento de vanguardia” de carácter selectivo.

No obstante, todo indica que los delegados al congreso pudieron al menos escoger por votación secreta, en un proceso competitivo, a los miembros del nuevo órgano de dirección permanente. Esto es —por supuesto— muchísimo más de lo que pueden decir sus correligionarios cubanos, que en su último evento de ese tipo padecieron la fórmula tramposa del “voto unido”, en el que son investidos todos los propuestos por una “comisión de candidatura” designada por los mismos que mandan.

Volviendo a China, el Granma del 15 de noviembre proclama que “toda la estructura del nuevo Comité Central es razonable”, así como que —supuestamente— “todos los miembros gozan de unas buenas cualidades éticas y políticas, un sobresaliente comportamiento en el trabajo y un amplio apoyo popular”. El periodiquito también informa que el Congreso “reemplazó a los líderes más veteranos por los más jóvenes”.

Pasando por alto los evidentes problemas de traducción (parece que los camaradas chinos desconocen —o no desean aplicar— la regla de que la lengua materna del intérprete sea la de llegada), el hecho innegable es que ha habido un remozamiento en las estructuras de poder del gigante asiático. En el flamante Comité Central, la mitad son “rostros nuevos”. Aunque con absoluto predominio masculino, pues el machismo sigue siendo rampante.

Una vez más, también en el tema del renuevo los miembros del PCCh han superado a sus congéneres antillanos, que han apostado por la eternización de la actual gerontocracia. En las informaciones se habla del arribo al poder de “una nueva generación”. Si tenemos en cuenta que la diferencia en las edades promedio es de unos diez años, la expresión parece exagerada, a menos —claro está— que los niños chinos sean increíblemente precoces…

De todos modos, hay que reconocer que en las estructuras de poder del gran país se producen cambios, que éste progresa y que la regla del no ejercicio del mando supremo por más de diez años se aplica. Esperemos que, en los tiempos venideros, ese pueblo milenario y laborioso alcance también la ansiada y necesaria democracia que complemente su marcha hacia el progreso.