LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Mencionar en Cuba un sector que sea funcional es como empeñarse en encontrar una aguja en un pajar. El descontrol continúa siendo el denominador común, al margen de los señalamientos críticos que regularmente aparecen en la prensa. ¿De qué vale poner en blanco y negro las transgresiones que se cometen si no se emprenden las medidas necesarias para eliminar la corrupción y otros fenómenos asociados a la indolencia? Dentro del Gobierno persiste la misma burocracia que tranca cualquier desarrollo, económico y social.
Otro asunto que persiste en el ambiente es la ausencia del derecho a la propiedad privada. Sin un dueño que vele por su negocio, es difícil que los resultados alcancen un nivel satisfactorio. En Cuba sobran los ejemplos que avalan esta interpretación. Los planes estatales comienzan con grandes expectativas y meses después salen a flote las consecuencias de la falta de rigor. Estadísticas manipuladas, clientelismo, desidia y una gama de fenómenos nocivos salen a luz, o se mantienen ocultos por un tiempo, hasta que la situación llegue a un punto insostenible.
Un problema latente ahora mismo tiene que ver con el embrollo que hay que afrontar a la hora de sustituir las tapas estropeadas de las bóvedas del cementerio de Colón. De acuerdo a lo estipulado, el servicio es gratis, pero el problema comienza con el traslado del accesorio hacia el lugar de destino. El solicitante debe buscar una carretilla y traer al personal para manipular la pesada cubierta de granito. Esto se convierte en un impedimento, que se soluciona pagando 400 pesos (16 dólares) a los empleados del camposanto, que se dedican a otras cosas, pero que por ese precio, se solidarizan con la angustia del solicitante, que no desea que el féretro del familiar quede a la intemperie.
Aunque en lo que va de año han sustituido mil 148 tapas de sepulcros, faltarían por poner mil 913 en bóvedas con problemas de hermetismo.
Cumplir el plan de sustituciones no será fácil el año que viene, debido a la escasez de personal y recursos materiales. Miles de cadáveres seguirán a merced de las inclemencias del tiempo.
Como colofón, un detalle que pone al desnudo una tragedia interminable: Para evitar profanaciones y el robo de las argollas de las tapas retiradas, es preciso contar con la presencia de vigilantes profesionales. Vale preguntarse: ¿Los muertos cubanos disfrutan de la paz de los sepulcros?