LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -La sección Cartas a la Dirección del diario oficial Granma del viernes 13 de enero pasado, llegada a mis manos recientemente por casualidad, trajo la inquietud del productor pecuario R. A. Perera Fernández, quien bajo el título “Compra y venta de ganado mayor: hora de que se analice” da cuenta de su coincidencia con las preocupaciones reiteradas sobre el delicado tema, tanto por campesinos como por presuntos consumidores.
El productor relata en su misiva que hace varias semanas las autoridades le pagaron por su añojo de res de más de un año de vida, de 200 Kg, aproximadamente 440 libras, la cifra de 279 pesos cubanos es decir el equivalente a 11 dólares.
El campesino reflexiona y se pregunta: “Es decir que un añojo que crié durante 16 meses, cuidándolo día y noche, ¿Qué puedo comprar con eso en las tiendas recaudadoras de divisas? ¿Cómo es posible que se pague tan poco por un añojo que pese 200 Kg de carne de primera?
Seguramente muchos lectores ignoran el contraste de este ridículo precio que paga el estado como único comprador autorizado, con el precio que cobra en la red comercial minorista en divisa, donde el Kg de carne de res cuesta alrededor de 10 dólares. Con semejantes guarismos el gobierno cubano puede aspirar con ventaja al record Guinnes de máximas ganancias y expoliación comercial.
Haciendo otras comparaciones apreciamos que con 1 Kg de carne comercializada el gobierno cubano puede comprar una res de más de un año de vida. Esos 10 dólares equivalen a 226 pesos cubanos, lo cual implica que se necesita el monto de un salario mínimo mensual para obtener dos libras de carne, ni que decir del monto mínimo de pensión por jubilación, que es de sólo 200 pesos cubanos.
Perera Fernández da cuenta de las razones por las que muchos productores pecuarios dejan morir las crías recién nacidas. Lo que resulta económicamente viable es la producción y venta de la leche. Constituye un agobiante via crucis alimentar una res, responsabilizarse con su cuidado o con las consecuencias de un posible robo, no poder disponer de algo que uno considera su propiedad y al final obtener casi nulo beneficio por tanto esfuerzo.
Resulta inconcebible que el hijo de un campesino criador de ganado vacuno esté privado de consumir tal alimento.
El presidente Raúl Castro, durante el último periodo de sesiones del parlamento cubano, expresó la preocupación y los esfuerzos de las autoridades para enfrentar el extendido delito de hurto, sacrificio y venta ilícita de ganado mayor, que junto a la ineficiencia estatal, las continuadas sequias y la relatada falta de estímulo a la producción privada, han puesto en franca disminución la masa ganadera en todo el país.
Al llegar al poder en 1959 los hermanos Castro encontraron una masa ganadera de alrededor de 6 millones de cabezas en un país que tenía 6 millones de habitantes, una carnicería en cada esquina y la libra de carne al precio irrisorio de unos cuantos centavos.
La imposición del monopolio estatal y varios experimentos absurdos y fallidos con la masa ganadera, generaron una crisis al parecer insoluble y convirtieron el consumo de carne vacuna en un lujo y un delito. De hecho hay muchos cubanos que han nacido y crecido sin haber visto nunca ese plato tradicional y codiciado.
El presidente Castro prometió acabar con los ladrones y matarifes, pero debe entender que no será con medidas coercitivas y represión como dará al traste con este flagelo que afecta los intereses de los campesinos y disminuye la masa bovina.
Solo restituir los derechos de los propietarios, estimular y apoyar a los productores, así como equilibrar los precios de compra y comercialización ayudaran a impulsar el desarrollo de este importante renglón de la economía y sobre todo el acceso de los ciudadanos a este alimento de momento inaccesible para casi todos los cubanos.