LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -No se debe fumar frente al computador, me lo asegura una amiga mía. Dice que el polvo de la ceniza los ensucia por dentro. Con frecuencia ella me visita y nos acogemos a un proverbio de Jean-Jacques Rousseau: “La más grande, la más importante, la más útil regla de la educación no es ganar tiempo, sino perderlo conversando”.
Además me ha dicho que en el vecindario donde vive instalaron un cibercafé particular, otro de los que se van diseminando “clandestinamente” por la capital. La dueña de la vivienda donde funciona, una antigua casa estilo colonial ubicada en el municipio Guanabacoa, inició el negocio con una sola computadora y cobrando un peso convertible (cuc) por cada mensaje enviado al exterior del país. En la actualidad cuenta con tres computadoras y brinda el servicio, casi de manera formal, durante toda la semana.
Para solicitar el servicio, usted puede llamar por teléfono y obtiene turno con día y hora. O sencillamente va por allí y aguarda en la espaciosa sala de la residencia a que se desocupe un computador. Tres cuc es la tarifa por chatear durante una hora o buscar información en la Intranet o en la Internet. Y si su propósito es pasar una hora de entretenimiento en los videos juegos, la tarifa baja a un cuc.
En este cibercafé particular, los usuarios no tienen que preocuparse por el agobiante calor del verano criollo, porque la habitación donde se ofrece el servicio -un dormitorio transformado en salón cibernético- está climatizado. Para satisfacer el apetito, una ayudante de la dueña constantemente recuerda a los visitantes que en la cocina pueden comprar una merienda y café.
Mi amiga es profesora de Historia del Arte. En el pasado estuvo a un paso de entrar al periodismo independiente. Pero cuando sopesó miedo y audacia…dominó el primero. Nunca ha tenido computador personal. En la cátedra del instituto donde trabaja hay dos de estos equipos usan, alternando, una docena de colega, a pesar de que no hay conexión con la Internet.
Hace unos meses mi amiga elaboró un artículo para una revista extranjera especializada en arte. Evitando complicaciones con el oficialismo, optó por identificarse con un seudónimo. El artículo fue publicado, mas ahora el problema consiste en encontrar la vía para cobrar el pago correspondiente por la publicación, y además cobrarlo con mucha discreción pues sabe que es un acto penado por la Ley.
Cada vez que puede hace de tripas corazón y destina un peso convertible para poder revisar su correo electrónico. Desde entonces su lista de contactos personales y las posibilidades de lograr mejores trabajos remunerados han ido en aumento.
Ella juzga que el gobierno está tácitamente permitiendo este tipo de actividad en la red de redes, probablemente con la intención de explorar hasta dónde pudiera bajar el listón de las prohibiciones. Ojalá tenga razón. O quizá la dueña del cibercafé paga un servicio destinado únicamente a los extranjeros, opción que no la saca de la ilegalidad al no ser ella extranjera y, además de lucrar, ofrecer acceso a Internet a los nacionales.
Yo pienso que esto de los cibercafés clandestinos, más que un experimento del gobierno, es una especie de “audacia empresarial” de algunos cubanos, que burlan la “soberanía de los soberanos”, quizás “tocando” a algún funcionario para aprovechar la rampante corrupción que reina en el país.