LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -De nuevo se han celebrado elecciones en la Patria de Bolívar, y una vez más han obtenido un relativo triunfo las fuerzas gobiernistas, nucleadas en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Esto ha constituido la ocasión para una nueva alocución del mandamás de turno, en el tono alardoso y triunfalista que se ha convertido en marca de fábrica de los jefes chavistas.
He calificado este éxito como relativo porque el porcentaje de sufragios alcanzados por la oposición es harto significativo. Además, las fuerzas antigubernamentales alcanzaron la victoria en seis de las más importantes ciudades del país. Incluso, en un resultado de gran simbolismo, se alzaron con la alcaldía de Barinas, capital del estado natal del difunto Chávez.
En puridad, no era tanto lo que se debatía en esta contienda comicial. Lo único que estaban en juego eran cargos locales: alcaldes, concejales. Por supuesto que esto no representaba nada decisivo en el estado sudamericano, que aunque tiene títulos de federación, en realidad es uno de los países más centralizados que se pueda encontrar.
Pero estas elecciones no dejaban de tener cierta importancia, porque sus resultados podían ser valorados como una especie de plebiscito sobre la gestión del nuevo equipo gobernante encabezado por el ex guagüero Nicolás Maduro. Es justamente ahí donde radicaba la notable trascendencia que esta justa podía tener en los destinos de Venezuela.
Desde los comicios presidenciales de abril del presente año, cuyos resultados oficiales —impugnados por la oposición— dieron la victoria por estrecho margen al candidato gobiernista, las encuestas han arrojado un paulatino y constante deterioro en el apoyo de la población al chavismo. En determinado momento, los sondeos auguraron la posibilidad de que las fuerzas antichavistas obtuviesen las tres quintas partes de los votos.
Fue entonces que empezó a funcionar la nueva táctica concebida en el Palacio de Miraflores. Por un lado, el obsecuente Poder Legislativo aprobó las leyes habilitantes, autorizando a Maduro a gobernar por decreto en todo lo que considerase menester para “combatir la guerra económica desatada por la burguesía vendepatria”.
Por la otra parte, comenzó un proceso de “asaltos dirigidos” a comercios. En el curso de esos verdaderos atracos con barniz de medidas de gobierno, los ciudadanos se hacían con los productos apetecidos, mientras los comerciantes sufrían las pérdidas correspondientes. El gobierno, a su vez, quedaba ante la plebe como el gran benefactor.
Según escribió Alejandro Armengol este lunes en El Nuevo Herald, la medida “ha enardecido al populacho, aunque el resultado final de este latrocinio es que los estantes de los establecimientos se quedan vacíos”. No es difícil arribar a esta conclusión; lo que sucede es que el colega logró expresar esa verdad con notable precisión.
Así —pues— por encima de las obvias consideraciones éticas que se derivan de esa política, resulta innegable que, desde el punto de vista económico, las medidas adoptadas hacen pensar en el conocido refrán: Pan para hoy y hambre para mañana. En verdad resulta fácil comprender que los inversores, puestos ante la perspectiva de sufrir despojos de ese tipo y de ser obligados a vender a precios no remunerativos fijados de modo arbitrario por decreto, opten por cesar o, al menos, reducir sus actividades.
Igual que sucedió en Cuba a comienzos de la década de los años sesenta, el desabastecimiento y la carestía constituirán los resultados inevitables de las nuevas políticas económicas inauguradas por el gobierno de Caracas. En el caso de Venezuela, para más inri, esto se producirá en medio de la colosal “danza de los millones” experimentada en ese país por la fabulosa inyección de petrodólares.
Nada bueno auguran para Venezuela la relativa “victoria” en estas elecciones locales proclamada por el presidente Maduro y los métodos empleados para alcanzarla. Es de presumir que en las semanas venideras se exacerben las contradicciones entre las dos grandes mitades en las que las políticas chavistas han dividido al pueblo de ese país. Esperemos que el Todopoderoso se apiade de esa desdichada tierra y que el inevitable conflicto pueda ser solucionado de manera pacífica.