LA HABANA, Cuba, noviembre, 173.203.82.38 -Mirando a los vagos de mi barrio, recordé que Pericles -político y orador ateniense- los llamaba inútiles. En aquel entonces, la palabra vago no tenía la connotación de holgazán que tiene ahora, sino que se les llamaba así a las personas que no se involucraban en política, que no votaban.
A los vagos de mi barrio nunca los he visto votar, ni buscar algo útil que hacer para combatir la pereza que los mantiene fijados a la mesa de jugar dominó. Es quizás por eso que debiera tildárseles de vagos por partida doble, aunque, en honor a la verdad, creo que si Pericles resucitara, también tildaría de inútiles a nuestras elecciones.
Sin embargo, en las recién concluidas elecciones para elegir a los delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular, pasó algo curioso en mi barrio: los vagos ejercieron su derecho al voto.
Según Alex, uno de los integrantes de ese grupo, la razón por la cual votó es la nueva Ley de Inmigración. Y aunque me resulta difícil hallar una conexión entre una cosa y la otra, Alex las conectó a su manera.
Resulta que a él le pasó en una ocasión lo mismo que a la rana del camino en la fábula de Esopo: tuvo la posibilidad de mejorar y no lo hizo. “Pude irme para los Estados Unidos con mi hermano hace años y no lo hice”, me confiesa. Entonces, ahora, con la entrada en vigor de la nueva ley de inmigración, no quiere dejar pasar la oportunidad de buscar una vía alternativa para llegar a Miami. Cree que puede conseguir una visa por un tercer país y llegar hasta la frontera estadounidense para acogerse a la Ley de Ajuste Cubano.
Pero le dijeron que en el mes de enero, cuando la nueva ley entre en vigor y abran las oficinas para otorgar los pasaportes, a todos los que estén en las listas de la Seguridad del Estado como personas opuestas de forma activa al gobierno, les denegarán el documento.
Nunca ha sido activista opositor, ni ha tomado parte en nada de política, pero teme que le hagan una “verificación”, o sea que antes de darle el pasaporte investiguen en su barrio sobre sus “actitud revolucionaria” . Así que, además de votar, también le dijo a la presidenta del CDR de la cuadra que él iba a chapear la yerba de la acera, y que a partir de ese momento se iba a anotar en la lista de guardias cederistas.
No creo que por no votar en las elecciones o no trabajar, a Alex le denegarían el pasaporte. Pero su actitud simuladora, para eludir lo que él cree que lo puede convertir en un desafecto a la revolución ante los ojos de las autoridades, despierta mi curiosidad: ¿cuántos, entre la cifra de más de siete millones de votantes que da el gobierno, lo hicieron de corazón, y cuántos movidos por el miedo de que los tachen de desafectos?
De todas maneras, al gobierno no le interesa la lealtad oculta de sus votantes, sino que el resultado les sea favorable, y para eso el voto de los simuladores, que posiblemente sean mayoría, también cuenta.