LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – La esperanza –reza el refranero- es un buen desayuno pero una mala cena”. Lo saben por experiencia moradores, bañistas y hasta funcionarios del Poder Popular en el municipio Habana del Este, quienes han perdido toda esperanza de ver transitar automóviles sobre el puente de Mi Cayito.
El puente, de 50 metros de largo, construido para unir las playas Santa María del Mar con Boca Ciega y Guanabo, está siendo devorado por la erosión natural. La pudrición de la madera y la oxidación del hierro son destructores voraces. Pero también la indiferencia administrativa y de los científicos del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente. No hay indicios de restauración del puente. Los del ministerio argumentan sus puntos de vistas, supuestamente en defensa del medio ambiente.
Décadas atrás resultaba placentero recorrer la calle 1ª, en autos y ómnibus. El pintoresco lugar recreaba la vista, y contemplar el paisaje en cualquier época proporcionaba un momento de goce mental. A un lado del puente, la laguna de cristalinas aguas, bordeada de mangles; del otro, entre la fina arena, desembocaba al mar un arroyo color verde azul.
Hoy, la duna de arena que casi lo cubre mide tres metros de altura, y arrasó con la calle primera. Malamente los transeúntes se abren paso a través de un trillo.
La fecha de construcción del puente es una incógnita para la mayoría de los vecinos, y la pregunta conduce a respuestas imprecisas, igual se le haga a empleados del gobierno local, de las múltiples instituciones económicas que pululan por allí, del museo o de la cultura.
Al parecer, el Puente de Madera, como se le conoce, no aparece en la memoria histórica patrimonial ni en la de los pobladores. Los más aventurados ubican su construcción a comienzos de la década del sesenta del siglo pasado. Se pensó en restaurarlo para uso exclusivo de ambulancias y casos de urgencias, aseguró una delegada de barrio, aunque el inconveniente es siempre la falta de dinero. Otro plan sugiere remplazarlo por un puente más alejado del mar.
La realidad es que en la actualidad cruzar en automóvil de una zona a la otra obliga a desviarse varios kilómetros para tomar la Vía Blanca. Ojala la brisa de cambio de mentalidad que sopla, haga factible la inversión, nacional o extranjera, para que el Puente de Madera vuelva a ser lo que fue.