LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – Se ha vuelto una moda en Cuba revivir a intelectuales y artistas de refulgencia nacional e internacional que han permanecido condenados al ostracismo durante largos períodos, y las “resurrecciones” se orquestan principalmente en los aniversarios de su nacimiento. Si se trata del centenario, mejor. La operación es siempre una especie de “borrón y cuenta nueva”, sin que medie disculpa pública de las autoridades, que son aun las mismas que ordenaron el ostracismo.
Toca el turno ahora a una figura relevante de las letras, tanto el teatro y la poesía, como la novela; se trata de Virgilio Piñera (Cárdenas, 1912-La Habana, 1979), quien legó a la cultura cubana una obra incomparable.
Entre su vasta obra, se destacan Las furias (poesía, 1941); El conflicto (cuento, 1942); La isla en peso (cuento, 1943); Poesía y prosa (1944); La carne de René (novela, 1953); Cuentos fríos (1956); Aire frío (teatro, 1959); Teatro completo (1960); Cuentos (1964) y Dos viejos pánicos (teatro, 1968), Premio Casa de las Américas.
La vindicación comenzó temprano. En junio de este año se creó la comisión por el centenario de Virgilio Piñera, presidida por Antón Arrufat, su amigo, otro excluido por el régimen, y redimido con el Premio Nacional de Literatura.
Virgilio, que vivió durante años temeroso de que lo internaran en un campo de trabajo forzado por ser homosexual, fue proscrito, arrinconado, marginada su obra, llevado casi a la indigencia, como refiere otro amigo de Virgilio, el pintor Raúl Martínez, también homosexual, marginado en vida y rehabilitado póstumamente en su cumpleaños ochenta, en su libro Confesiones, yo Publio (La Habana, 2007).
Martínez pone al desnudo las tremendas consecuencias sociales y laborales para los artistas homosexuales, contrarios al régimen por faltar al canon de masculinidad revolucionaria. El pintor trata crudamente la realidad y la intimidad de sus compañeros en el mencionado libro.
Virgilio, apabullado por la persecución homofóbica que tronchó su quehacer literario, es retratado como el más cínico, sereno, burlón; actor principal de la tragicomedia de su vida, un genuino teatro del absurdo como se aprecia en esta simpática pincelada:
“Me refería anécdotas de su vida amorosa que eran para morirse de la risa de tan interesantes y divertidas. Me contó la del ciego que ‘levantó’ y coqueteando le dijo que tenía treinta años. Se desnudaron e hicieron lo que tenían que hacer. Después, cuando los dos estaban tendidos en la cama, el ciego comenzó a acariciarle el cuerpo minuciosamente hasta llegar a la cara y el pelo. Entonces, molesto, se levantó, se vistió, tomó su bastón y cuando Virgilio lo acompañó hasta la puerta se viró y le dijo que no esperara volver a verlo más porque se sentía engañado por la mentira que le había dicho, que no eran treinta años sino sesenta los que tenía. Y a él no había quien lo engañara”.
José Lezama Lima (1910-1976), otro portento de la literatura cubana e hispanoamericana, fue también redimido en su centenario con grandes homenajes, una cascada de críticas absolutorias y la reedición de obras prohibidas, incluida Paradiso, novela secuestrada.
Algunos creadores que marcharon al exterior para rehacer sus vidas sin tutela gubernamental comienzan a ser recordados. La reinserción de destacadas figuras de las artes y las ciencias es saludable para la nación. Ojalá concluya también el actual acoso contra creadores y periodistas independientes, sin necesidad de esperar a que cumplan cien años.