LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -El campesino Raúl Pérez Milanés, de 37 años, cumple sanción de cuatro años en la Prisión Provincial de Holguín, al oriente de Cuba, por Peligrosidad Social.
“Como si yo hubiera cometido algún delito, o matado a alguien, el oficial Ángel Róger Martínez Llorente (conocido por Tato), jefe de sector de Policía de Guaro II, municipio Mayarí, provincia Holguín, donde resido, preparó el expediente, acusándome de contrarrevolucionario, de expresarme mal de los CDR y de reunirme con antisociales dedicados al hurto y sacrificio de ganado vacuno”. Así me lo ha contado Raúl Pérez. Y añade:
“Pero todos esos supuestos maleantes están libres, y yo, condenado. No es que me junte con ellos, es que son mis vecinos, nos llevamos bien, no tengo por qué enemistarme con ellos. Si son delincuentes, ¿por qué no los meten presos? Y si fuera cierto que yo mato vacas, ¿por qué no me sancionan por ese delito? Tendrían que velarme, y cogerme, con pruebas, para encerrarme, pero no inventar delitos que no he cometido”.
Pérez pertenece a la Cooperativa de Créditos y Servicios “Humberto Estupiñán”, a la Asociación Nacional de Pequeños Agricultores y al CDR. Cumple con la entrega diaria de leche fresca al Estado. Es un hombre de trabajo, buen esposo, padre y vecino. Nunca ha estado preso. No tomaron declaración al CDR sobre Pérez. Nadie pudo testimoniar en el juicio sobre su buena conducta. No pudo contratar abogado.
“Vivimos de nuestro trabajo honrado en el campo, de mi sacrificio –me puntualiza-, tengo treinta cabezas de ganado y una yegua. ¿Cómo van a decir que robo y mato vacas? Ni ajenas ni propias, no lo hago porque está prohibido. Al contrario, me robaron dos vacas. Ni los huesos aparecieron. Pero encima de no encontrar a los ladrones, las autoridades me impusieron una alta multa, como es costumbre. Dicen que no cuidamos bien nuestros animales”.
Nereida, una hermana de Raúl, residente en La Habana, insiste:
“El jefe de sector dijo a mi hermano: Acompáñame para darte una citación. Juicio y prisión. Tato había dicho que lo metería preso antes de irse de la zona. Le dicen Dos mil-Tres. Por cualquier cosa, castiga a la gente con dos mil pesos de multa, dándole sólo tres días para pagar. A uno, por tener un poco de arena frente a su casa, dos mil pesos; a un muchacho, por andar sin camisa, dos mil pesos. Guaro es un barrio muy pobre, los pobladores viven con doscientos pesos mensuales. Esas multas incitan a robar para pagar, con el fin de evitar ir preso. Hay que ayudar a la gente, no hundirla”.
El abogado Juan Carlos González, de Ciego de Ávila, expone: “La figura de Estado Peligroso es parte del Código Penal. Supone medidas de seguridad contra conductas penadas por la Ley, entre ellas, consumo de drogas, vago habitual o faltar a la moral social. Otra forma, la Peligrosidad Pre Delictiva, se emplea contra personas consideradas proclives a cometer delito. En estos casos se conoce que el acusado no ha cometido delito, pero se encarcela para evitar que lo cometa. Es una monstruosidad jurídica y va contra el Ítem Crimen: el delito comienza con la Ideación (se piensa), siguen la Deliberación y la Resolución de cometerlo. Nada jurídicamente condenable, incluso la Preparación del delito no está penada, sólo si se pasa a la Ejecución. Son Juicios sumarísimos, sin garantías procesales. El acusado está indefenso frente al tribunal. El jefe de sector prepara el expediente, cita, lo acomoda todo y el tribunal acepta. Da un poder casi absoluto al jefe de sector de la policía”.
Sin embargo, de momento, la única conclusión es la del propio Raúl Pérez, quien, además de ser víctima de Tato, es también un padre entristecido y preocupado por su hijo, que clama justicia:
“Tato cita a menudo a mi hijo Raudel, de dieciocho años, a la estación de policía. Quiere aplicarle la Peligrosidad. Mi hijo terminó los estudios y prefirió trabajar conmigo en la finca. Yo solo no podía atender los animales y la tierra. Ayudaba en el ordeño (a mano), pastoreo, en el aseguramiento de la comida, agua, atención veterinaria. Ahora él tiene que hacerlo todo. Hay que madrugar mucho para el ordeño diario. No hay días de descanso. Hay que andar siempre detrás de las reses para que no las roben, cuidarlas. Cuando llueve y la gente descansa en sus casas, andamos empapados, con el fango hasta la cintura, arreando vacas. Pocos trabajan tan duro como Raudel, a pesar de sus problemas de salud. En vez de contribuir a su formación como trabajador, lo que harán es destruirlo”.