LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Fui uno de los que lamentó bastante el destape del periodista Néstor Baguer como el agente Octavio de la Seguridad del Estado en la primavera de 2003. Al viejo Baguer, con todos sus resabios y defectos, que eran bastantes (entre ellos el de hablar mal de medio mundo) llegué a considerarlo un amigo. Por eso, me dolió tanto que casi a las puertas de la muerte, cambiara toda su historia por una condecoración del Ministerio del Interior y un nombre de emperador romano para firmar sus soplonerías.
Recuerdo que se enorgullecía de ser sobrino por línea materna del poeta Gustavo Sánchez Galarraga y anhelaba recuperar un día la mansión que le perteneció, incluido el piano, donde compuso sus canciones,
Traigo el tema a colación porque recientemente tuve noticias nada alentadoras acerca de aquel piano, que parece que si no se destruyó, se lo robaron.
Cuando la residencia de Sánchez Galarraga fue transformada en la biblioteca municipal de El Cerro, el piano fue trasladado a otra casona, también en la calle Tulipán, que convirtieron en Casa de la Cultura municipal.
El majestuoso piano de cola, valorado en 60 mil, amenizó durante décadas las tertulias literarias de la Casa de la Cultura del Cerro, hasta que llegó el Período Especial, cuando las actividades artísticas se redujeron al mínimo y la casona comenzó a deteriorarse rápida e inexorablemente.
A finales de 1990 designaron a un nuevo director de la Casa de la Cultura del Cerro. Explicaron que venía procedente de Marianao y que era ‘un compañero con gran experiencia en dirigir la gestión cultural”.
Algún tiempo después, en una reunión del núcleo municipal del Partido Comunista, el nuevo director anunció que debido al mal estado de la Casa, que amenazaba con desplomarse, el piano sería trasladado al teatro Antonio Maceo, el cual, aunque permanecía cerrado, también debido a su deterioro, ofrecía más condiciones de seguridad.
Dos años después, el valioso piano estaba destrozado. Eso, de aceptar que los trozos de madera carcomida, del mayor de los cuales colgaba un desolado pedal, fuera efectivamente el piano de Sánchez Galarraga, resultaba difícil.
Cuatro indignados militantes del núcleo municipal del Partido notificaron al comité provincial del PCC, además de la destrucción del piano, la desaparición de 50 cojines y de buena parte del mobiliario de la Casa de la Cultura.
Las autoridades iniciaron una lenta investigación que culminó en el año 2002. El director fue destituido, le retiraron el carné del Partido y lo enviaron a trabajar a una fábrica.
Pero no todos dieron por cerrado el caso del piano. Asegura una empleada que trabajó en la Casa de la Cultura del Cerro hasta que la clausuraron hace nueve años, que el piano se lo robaron: “Lo sustituyeron por los restos de otro piano cualquiera y lo sacaron del teatro para negociarlo. Tal vez lo vendieron en el extranjero. Está más que claro que eso tiene que haber sido con el tácito consentimiento de alguien en las alturas”.
Néstor Baguer, que pasó sus últimos años en un apartamento alquilado, nunca pudo recuperar la mansión familiar. Me pregunto si supo del caso del piano. Si se quejó a sus jefes de la Seguridad del Estado, imagino la respuesta.