LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Hoy el Papa Benedicto XVI, la máxima representación de la Iglesia Católica, llegará a Cuba y la dictadura lo recibirá con los brazos abiertos. Pero la mayoría de la población, compuesta por once millones de habitantes, y una de las menos católicas del continente, no parece estar muy interesada en acompañar a los miles de feligreses –y público colocado por el gobierno- que irán a su encuentro.
Aunque es cierto que las dictaduras totalitarias de corte estalinista se caen solas, siempre ayuda darles sus empujoncitos. En el caso de Cuba, es eso lo que hacen los disidentes, los opositores pacíficos y los periodistas independientes, que escriben sobre lo que ocultan y callan los caudillos castristas. El Papa ya ha aclarado que no se reunirá con ninguno de ellos; aunque sí ha expresado que estaría dispuesto a hacerlo con Fidel Castro, un ex dictador jubilado por enfermedad, sin ningún cargo oficial y excomulgado desde 1962, para rematar.
Algunos tienen la esperanza de que la visita de este Papa pueda ayudar en algo al regreso de la democracia a nuestro país. Pero, ¿alguien se ha puesto a pensar si las religiones, y muy en específico la católica, a través de sus hombres en el poder, se han caracterizado alguna vez por ayudar a los oprimidos que luchan por su libertad?
Los Sumos Pontífices de esa monarquía absoluta que es el Vaticano nunca han tenido demasiada influencia en Cuba, ni siquiera en tiempos de la colonia. Tampoco durante los gobiernos democráticos de la era republicana, y muchísimo menos durante los 53 años de dictadura de la familia Castro. Tal vez la historia de esa mala suerte del Vaticano en la isla se remonte a cuando el indio Hatuey, al ser quemado en la hoguera, se negó a aceptar al Dios de los católicos y dijo que no quería ir al cielo si allí iban también los españoles.
Pero tampoco es que le vaya muy bien al catolicismo a nivel mundial. Los católicos son hoy poco más del 17% de la población del Planeta y raro es el mes que no aparece en la prensa mundial la noticia de algún nuevo escándalo de abuso sexual de un sacerdote católico y las maniobras de la Iglesia para ocultarlo. ¿Será acaso porque la Iglesia va contra corriente y sus inflexibles dogmas, lejos de avanzar junto con el desarrollo de la civilización humana y adaptarse a los tiempos, van en contra hasta de algunos derechos humanos que hoy se consideran fundamentales?
De más está decir que, después de tantos años de dictadura, los cubanos aspiramos a vivir en libertad. Libertad para pensar, amar a quien nos parezca, opinar, movernos libremente, organizarnos, tener o no tener hijos según decidamos, y creer o no creer en ese Dios, que supuestamente nos castiga si no hacemos exactamente lo que Él nos manda. De esas libertades no es portador Benedicto XVI.
Aquellos que se hagan ilusiones de que la Iglesia Católica, opuesta al divorcio, al aborto, a la eutanasia, al homosexualismo, a la investigación científica con células madres y hasta al uso de anticonceptivos, en fin a la libertad plena del individuo, podrá ayudar a cambiar el destino de Cuba, se equivocan y quizás deban recordar al visionario Hatuey.