Dame el yugo, oh mi madre, de manera / que puesto en él de pie, luzca en mi frente / mejor la estrella que ilumina y mata
José Martí
LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Como homenaje a José Martí en el aniversario 158 de su nacimiento, el pasado 28 de enero se proyectó en la televisión cubana la película El ojo del canario, del director Fernando Pérez. Se trata de una muy buena y seria caracterización de Martí, niño y adolescente, etapas de la vida del Apóstol no abordadas hasta ahora con la debida profundidad.
Es una obra exquisita, realizada por un cineasta que ya nos tiene acostumbrados a películas excelentes, como Madagascar, Suite Habana y La vida es silbar. Se aprecian actuaciones relevantes de Rolando Brito en el papel de Don Mariano Martí; Broselianda Hernández como Doña Leonor Pérez; Damián Rodríguez y Daniel Romero en Martí niño y joven, y Manuel Porto en su breve pero convincente Don Salustiano. También se destaca el resto del elenco, con actuaciones sobrias y de alto nivel profesional.
La película refleja la situación imperante en Cuba a mediados del Siglo XIX, con muchas coincidencias con la realidad actual. En primer término, demuestra que más que una lucha entre criollos y peninsulares, fue la confrontación de la tozudez y la insensatez frente a la tolerancia y el sentido común. La posición del gallego Don Salustiano, pone de manifiesto que muchos españoles estaban dispuestos a dialogar, y buscar soluciones por vías no violentas a los problemas del colonialismo, mientras algunos criollos hicieron causa común con el conservadurismo español, dando la espalda al derecho a la libertad de los cubanos. La actitud intransigente del integrismo prolongó y profundizó el conflicto hasta fines del siglo, promoviendo la destrucción y más derramamiento de sangre. Las desgracias ocasionadas por la inflexibilidad deberían servir de experiencia a los actuales gobernantes.
Los sucesos del Teatro Villanueva, magistralmente recreados, parecen antecedentes de los penosos mítines de repudio actuales, contra personas indefensas que reclaman sus derechos y la libertad de Cuba. Las brutalidades de los Voluntarios los identifican como predecesores de quienes persiguen y agreden a pacíficos compatriotas, aupados por el Estado totalitario.
En escena aparece Martí adolescente, que inmerso en sus sufrimientos, desde la pantalla mira a los espectadores como preguntándoles qué hacen ahora ante los padecimientos de la patria. Cada cubano tendría que responderle, pues nuestro drama se debe, en determinada medida, a la apatía y falta de civismo y responsabilidad social que han caracterizado a buena parte de la ciudadanía durante los últimos años, empeñada en resolver sus problemas existenciales inmediatos, sin percatarse de que sin sacrificios nunca se podrá salir de la situación actual.
Es hora de dejar de culpar a factores externos de nuestros problemas internos, cuando es de todos conocido que el desastre actual se debe a un sistema económico, político y social disfuncional, imposible de actualizar, y que tiene que ser sustituido para que el país pueda salir de la crisis y desarrollarse. Para ello hace falta el coraje de todos, pero muy especialmente de quienes condujeron a esta trágica situación. Como aconsejó el renombrado patriota, periodista y político cubano, Manuel Márquez Sterling, “el cultivo de la virtud es el mejor antídoto contra la injerencia foránea. La simulación, la doble moral y el envilecimiento conducen a la fragmentación y la dependencia externa, con la erosión de la soberanía”.
Ojala que El ojo del canario sirva como llamado a la cordura de los cubanos, y nos mueva, por encima de diferencias ideológicas, a unirnos y reconciliarnos en estas delicadas circunstancias por las que transita la nación.