LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -A Javier, mi vecino, le gusta tener su casa lo mejor arreglada posible. No soporta ni sentir una llave goteando agua. Tal vez por eso, cuando se le rompió la llave del lavamanos, no lo pensó dos veces para comprar una nueva en la shopping, aunque la más barata costaba 15 CUC (360 pesos). Pensó que con ese precio -equivalente a medio mes de trabajo de cualquier profesional universitario cubano- la calidad estaba garantizada, y además, la llave lucía sólida y bastante bonita.
Pero llevaba poco tiempo usándola cuando esta también comenzó a gotear. Después de mucho buscar la zapatilla que necesitaba para repararla, la encontró en el punto de venta de un cuentapropista, y cuál no sería su sorpresa cuando, al tratar de arreglar la llave, se partió la mariposa. Javier no podía creer aquello: La mariposa resultó ser de calamina.
Para intentar recuperarla, fue a donde un vecino que para los inventos se pinta solo, y este le aconsejó buscar una llave de agua en el mercado de los “buzos”.
“¡¿El mercado de los buzos?! ¿Qué es eso?” Preguntó Javier, asombrado, y el vecino le explicó que desde hace unos años, los cubanos llamamos “buzos” (porque “bucean” en la basura) a aquellas personas que buscan en los contenedores objetos aprovechables, que después pueden reparar y vender, y con ese dinero, al menos, logran comer algo cada día. “Allí se encuentra de todo, y además, barato”, le dijo, “y no será tan bonito, como lo de la shopping, pero sí duradero.”
Entonces le contó que a lo largo de la calzada de Diez de Octubre, o en los alrededores del Mercado Único, se puede encontrar ancianos vendiendo esos artículos, cuyos suministradores no son otros que los “buzos”. En este mercado de los pobres puede haber, a precios módicos, desde un tornillo hasta una pieza de lavadora soviética, para las que el Estado ya no tiene repuestos.
Sin embargo, si bien es cierto que muchas de las personas que “bucean” en los contenedores de basura en busca de materiales “reciclables”, tienen licencia de “recolector-vendedor de materia prima”, esta licencia no los autoriza para tal actividad, la cual, por el contrario, está prohibida (según el Decreto Ley 272).
A pesar de esto, hay hasta quienes buscan comida para sus animales. Relata Benito que en su patio tiene unas gallinas y un puerquito. Él “bucea” para darles comida, pues aunque sabe que el gobierno vende el pienso a tres pesos la libra, no lo puede comprar, porque su salario es tan bajo que apenas le alcanza para cubrir las necesidades hogareñas.
Aun a pesar del riesgo de contraer enfermedades, o de ser multados, el número de “buzos” han aumentado y continúa aumentando en los últimos tiempos, a medida que aumenta también la miseria en que vive el pueblo.