LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – El maltrato al público en el sector de los servicios no sólo alcanza en Cuba a quienes desean comprar una lavadora o un pan con croqueta.
También el que solicite un libro, una película, o la entrada para un teatro, suelen encontrar una fiera detrás de los cristales o del otro lado de un buró. Nadie está a salvo de la desatención. No importa si el servicio se paga en divisas o en moneda nacional, ni si el establecimiento se encuentra en La Habana o en otro lugar del país.
Varios especialistas del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) que debatieron el tema ¿Existe una cultura de los servicios en Cuba?, aseguraron que no. Según uno de ellos la palabra servicio viene de servir, pero es un término que se ha subvertido en la sociedad cubana. “Servir es casi una mala palabra”, aseguró.
Pocos consumidores escapan de una agresión verbal, un mal gesto, o de la indiferencia total si exigen un servicio de calidad, o al menos atención. No importa si lo que solicita es más fideo en el caldo o que te tomen la presión arterial: el desinterés por servirle es igual.
Los que buscan servicios en las librerías del país, se encuentran con un escenario de desconocimiento como para no volver. Si decide buscar un título específico en el Centro Cultural San Rafael, primero debe solicitar a los empleados que bajen el volumen de la radio con el reggaetón, y después recorrer cada estante, pues nadie sabe si el libro existe, dónde está, y menos quién es el autor.
Los libreros de San Rafael, al igual que los de otras librerías cubanas sólo están para abrir el libro, comprobar el precio, y cobrar. Por eso no me extrañó que un lector denunciara en el periódico Granma que en la librería de Obispo 527, perteneciente a Ediciones Cubanas ARTEX, la recepcionista no soltó el teléfono ni para mirarle.
Tampoco que los empleados en exceso ni los guardianes contra delitos, dejaran de jugar en el ordenador para responder sus preguntas en torno a la búsqueda de un libro. Y mucho menos que nadie le explicara por qué los libros tenían los códigos de barra hechos a mano y no había comprobantes.
Por eso es que los lemas “Mi trabajo es usted” y “El cliente siempre tiene la razón”, son dos gazapos en el libro de los maltratos en la cultura de los servicios. Y esto sucede a nivel nacional.