LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -En Cuba, para instalar un nuevo motor en un vehículo particular, lo primero que debe hacer el propietario es apuntarse en una lista de espera en las tiendas estatales habilitadas para tal fin.
Luego, tendrá que estar visitando constantemente el lugar para indagar si “entraron” los motores a la tienda, pues aunque allí tengan todos los datos del solicitante registrados allí, incluido su número telefónico, nadie le avisará cuando el motor esté disponible, a menos que ponga en manos de algún empleado, o intermediario, unos cuantos cientos de pesos convertibles.
Un motor cuesta entre 3 y 8 mil dólares, en dependencia de si es de gasolina o gasoil, o si es nuevo o de uso. Después de comprado, hay que ir al Departamento de Tránsito, adjunto al Ministerio del Interior, para conseguir la autorización del cambio del motor antiguo por el otro que se va a instalar.
Cuando ya se ha logrado dicho permiso, hay que ir al Ministerio de Transporte, y allí solicitar otra carta para utilizar los servicios de un taller estatal que realice el trabajo de cambiar el motor. No debemos olvidar que cada uno de estos trámites burocráticos deberá ser “acelerado” con imprescindibles sobornos para que camine mejor, o simplemente para que camine.
Tampoco hay que asombrarse de que la carta para utilizar los servicios del taller estatal solo cumpla una función virtual, y de que los empleados de dicho taller le exijan a “la victima” otros cientos de dólares adicionales, por la izquierda, para realizar el trabajo. Si el motorista no acepta las condiciones, le dirán por lo claro que haga el trabajo por sus propios medios.
De cualquier modo, el interesado que opte por hacer el trabajo con un mecánico particular, pagándole lo que le pida, tendrá luego que retornar obligatoriamente al mismo taller estatal para que “oficialicen” la re-motorización. Allí, un especialista “comprobará” que el funcionamiento del motor instalado en el vehículo reúne los requisitos técnicos pertinentes. Y claro, por tal “comprobación”, habrá que remunerar al especialista con una sustanciosa propina.
Luego, además de los exigidos trámites con sellos de timbre y otras gestiones a sufragar, el solicitante tendrá que lidiar nuevamente con el Departamento de Tránsito, donde el automóvil deberá pasar por otro aparato de inspección, conocido por todos los cubanos como Somatón, para comprobaciones técnicas, como el estado de la dirección, frenos, luces, carburador.
Amilanarse cuando el Somatón determina que su vehículo no está apto para transitar, sería inútil. La causa técnica importa poco. Siempre será suspendido, aunque lleve un vehículo del año, a no ser que previamente entregue un “regalito” a los funcionarios. Ya existe una tarifa ilegal, pero definitivamente establecida, que todo el mundo conoce: para los autos y motocicletas, de 15 a 25 dólares, y 50 para los camiones.
Pasadas todas las pruebas, y después de haber invertido mucho dinero y tiempo enfrentando contratiempos, el propietario podrá certificar que su veterano automóvil tiene un motor moderno. Seguramente que más barato y menos complicado le hubiera salido comprar un auto nuevo, pero ¿dónde?. Eso sería posible solo en un país normal, no en este.