LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 –En las dependencias estatales cubanas continúa el robo a troche y moche, sin que se vislumbren soluciones rápidas y duraderas. No merma la malversación, el timo en el pesaje, así como otras maniobras fraudulentas en fábricas, empresas, bodegas, tiendas, almacenes y mercados agropecuarios.
Es un fenómeno que por sus dimensiones tiene particular trascendencia, no solo en el plano económico, sino que evidencia una distorsión sociológica que seguramente se mantendrá incluso más allá de lo que dure el socialismo real en Cuba.
El reordenamiento tanto de la sociedad como de la economía, en una futura república sin el torniquete del unipartidismo y sus derivados, tendrá entre sus escollos esas manifestaciones que han relegado al olvido la honestidad y la decencia.
Unos por razones de supervivencia y otros para el lucro, pero lo cierto es que la abrumadora mayoría de los cubanos recurre a trampas e ilegalidades con tal de cubrir sus necesidades, o mejorar su nivel de vida. La reciprocidad en el robo es generalizada y hasta ahora no se han encontrado paliativos para atenuar la epidemia.
La Resolución No 60, de la Contraloría General, que especifica que los jefes de las entidades administrativas son los máximos responsables del control interno, es letra muerta. El desparpajo persiste y la retórica oficialista que pretende concientizar sobre la urgencia de ponerle coto a la conducta delincuencial de los cubanos, cae en oídos sordos.
Son muy pocos los nacionales que viven de su salario. La norma a seguir es timar al prójimo con el consiguiente “desquite” del afectado. La ecuación permanecerá inamovible. Nada indica que en 2013 cambie la situación.
Las llamadas “actualizaciones del modelo” que se llevan a cabo, no harán mella en la estrategia del cubano promedio: proyectarse como un fiel acólito del régimen en público, como tapadera para la maniobra de robar en sus respectivos centros de trabajo y donde quiera que sea factible robar con poco riesgo.
Los mayores culpables de este embrollo tienen nombre y apellidos. La peor noticia es que no piensan refundar la nación sobre bases más coherentes, pues sienten que sus lujos y prebendas están garantizados.
Por tanto, la corrupción, los sobornos y todo el arsenal practicado por el cubano promedio, continuarán en escena por tiempo indefinido. Las condiciones seguirán siendo inmejorables para que en este aspecto todo siga igual.
A otros con el cuento de las enmiendas salvadoras. Es hora de convencerse de que el engendro socialista es irreparable. Basta de parches y maquillajes.