LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – El hombre orquesta es un show ambulante, toca y canta cualquier ritmo, y camina Cuba entera con su carro que empuja para arriba y para abajo. Cuando va a cantar se detiene y sube a un espacio que tiene dispuesto, se concentra, y actúa como Dios manda.
El carro es una plataforma metálica sobre cuatro ruedas, que también alberga un tanque con tapa para almacenar agua y un compartimiento donde guarda la ropa de él y su mujer, que lo acompaña a todas partes. También viajan con la pareja un par de maracas, un güiro, y una paila con platillos.
Canta desde canciones de los Beatles a Ricardo Arjona, pasando por los Van Van. Su mujer le hace coro cuando entona baladas de la década prodigiosa. Cuando se pasan de tragos suben al carro y bailan. Tienen un orinal pintado con los colores de la bandera, donde recogen las contribuciones de los que asisten al espectáculo.
Los vi en Guantánamo un par de veces y en Bayamo, en la terminal de ómnibus, rodeados de la multitud del salón de espera, cuando el ómnibus que iba para La Habana se rompió. Recientemente el hombre orquesta pasó otra vez por Jaimanitas, y regaló a la gente su mejor repertorio, en el parque, donde se instaló una feria agropecuaria. Aquello se llenó de bote en bote.
La gente le hizo coro y el músico se inspiró, tocó la paila y cantó dos temas de la Charanga habanera que puso a bailar al público. El orinal se llenó de monedas de a peso y veinticinco centavos CUC. También el artista vio un dólar dentro del tibor y varios billetes de a diez y veinte pesos, moneda nacional. El jefe del sector de la policía que supervisaba la feria le preguntó si tenía licencia para presentar el espectáculo.
Respondió con La guantanamera y los versos de Martí: Yo soy un hombre sincero, de donde crece la palma. El delegado del Poder Popular se acercó, le dijo al agente que no armara líos, que aquel era el hombre orquesta. Se volvió hacia él y le dijo:
-Sigue tocando y cantando, que a la gente hay que alegrarla.
El hombre cantó Lágrimas negras mientras le hacía señas a la mujer para que escondiera el orinal.