LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Gloria Esteban Suárez tiene sesenta y tres años y está cansada. Cansada de tantos años de “esfuerzo para nada”, de tanto “bregar sin ver el futuro”, dijo a esta cronista.
Cuando a principios de 2009 el Partido Comunista la convocó a que permaneciera en su puesto de trabajo, ella “dio el paso al frente”. Cuando era adolescente le pidieron que fuera a alfabetizar y, pese a las protestas de sus padres, fue a las lomas y alfabetizó. Años más tarde, cada vez que la convocaban para ir a la zafra, o a cualquier otra labor agrícola, ella daba “el paso al frente”. Gloria participó en varias movilizaciones militares, y en más de una ocasión dejó a sus hijos al cuidado de terceras personas porque la revolución exigía su presencia.
Por eso cuando, ante el envejecimiento de la población, se le pidió que no se jubilara, aceptó. Pero hizo más. Cuando en su centro de trabajo, el Ministerio de la Construcción, se organizó la asamblea para aprobar la Ley de Seguridad Social que aumentaba la edad de jubilación de las mujeres a los 60 años, estuvo allí para dar el ejemplo.
No importaba que el desgaste que entraña la cotidianeidad, donde comer, vestirse y transportarse pueda convertirse en neurosis, artritis y migraña, y que a los cincuenta años las mujeres cubanas aparentemos más edad, tal vez por la frustración de los sueños.
Pero Gloria, intransigente hasta consigo misma, no quería ver la realidad. En menos de un año se enrareció más el aire en la isla.
El eufemismo de llamar al desempleo “disponibilidad” se tradujo en la cabeza de Gloria en quedar, con una pensión mísera, abandonada en su apartamento de microbrigada, que le fuera “otorgado” tras trabajar diez años en la construcción.
Gloria me confiesa ahora que no podía pensar en retirarse porque no tenía quién la ayudara en la vejez; que en más de una ocasión ha estado sin jabón para bañarse, sin nada qué comer, y que la revolución no deja espacio para trazarse una estrategia de vida que vaya más allá de la inmediatez.
En esa vorágine perdió la confianza de sus hijos que decidieron abandonar la isla.
Ahora, con el reajuste del sistema que intenta Raúl Castro, en un último esfuerzo por reorganizar al país, ha llegado la hora de prescindir de los viejos engañados e ingenuos.
Luego de una larga espera, se confirman los temores de Gloria. Aunque oficialmente no es una de las disponibles, porque nadie se lo ha dicho todavía, el secretario del Partido se le acercó y le dijo: “Debe ir pensando en darle paso a las nuevas generaciones”.
Las palabras del compañero del Partido fueron la señal: Ya no es imprescindible, como se le hizo creer durante muchos años. Sabe que en marzo se inicia el proceso de disponibilidad en su empresa y que no tiene otro camino, antes que la despidan, que comenzar los trámites de la jubilación.