LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – El texto de un documento lanzado recientemente por Oswaldo Payá y las fuertes críticas al mismo publicadas por Oscar Elías Biscet, recorren el mundo, pero pocos en la isla, incluidos los disidentes, conocen el contenido de los mismos, a pesar de que las propuestas de salvación nacional atañen a los cubanos.
El régimen impide la divulgación y el pueblo está entrampado porque no puede aprobar o desaprobar lo que no conoce. Así no puede haber resonancia ni representatividad. Peor aún, quienes han podido leer los documentos, al parcializarse por uno u otro, atacan al promotor contrario, no a la dictadura, el verdadero contrincante.
En Cuba existen más de trescientas organizaciones opositoras, cada una por su lado, con programas más o menos conciliatorios con el gobierno, quien, por su parte, no les presta ninguna atención.
¿Cuál es entonces el sentido social de cada organización? Programas que alcanzaron cierta resonancia como el Proyecto Varela y la Asamblea para Promover la Sociedad Civil, ¿dónde fueron a parar? ¿Quién mueve un pelo para darle continuación a esas propuestas y arrancarle espacios a la dictadura?
Mientras, se redactan otras proposiciones. Las peticiones dentro del marco legal, siempre ignoradas por el gobierno, ¿merecen ser ignoradas también por la oposición que les dio vida? Se anda sin rumbo, a tientas.
No debe olvidarse que los enfrentamientos entre cubanos frustraron la Guerra de Independencia de 1868. Sobran los malos ejemplos de protagonismos y discrepancias, que condujeron al Pacto del Zanjón en 1878.
Concilio Cubano fue el proyecto más serio de la oposición pacífica, y por lo mismo, el más reprimido en su momento. También desapareció, como tantos otros intentos que cíclicamente aparecen y desaparecen sin apenas dejar huellas.
Hay que reflexionar seriamente sobre la necesidad de eliminar las discrepancias inútiles dentro de la oposición pacífica, concretar acciones y cerrar la puerta al protagonismo.