LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Opté por dejar pasar unos días antes de redactar unas líneas sobre el lamentable deceso del eminente economista cubano Oscar Espinosa Chepe, acaecido en Madrid el pasado lunes. Sabía que muchos colegas escribirían al respecto, pero no me intimidó la idea de que mis posibles argumentos fuesen empleados antes por esos otros periodistas alternativos.
Ciertamente, fue grande el número de trabajos que se publicaron sobre ese miembro del Grupo de los 75, preso de conciencia en licencia extrapenal que, al fallecer, todavía adeudaba lustros de cárcel. Cubanet, el prestigioso diario digital del que era asiduo colaborador, publicó el martes, por sí solo, seis trabajos consagrados al distinguido profesional. Un merecidísimo homenaje.
Conocí a Oscar en la década de los setenta, cuando ambos trabajábamos en el conjunto arquitectónico ocupado en parte por un organismo de nombre larguísimo: la Comisión Nacional de Colaboración Económica y Científico-Técnica. Se trataba de un antiguo edificio de apartamentos de lujo, ubicado en Primera esquina a B, en El Vedado.
Ambos, por tener segundos apellidos poco frecuentes, éramos conocidos mayormente por éstos. Chepe se ocupaba de coordinar, por la parte cubana, los vínculos con varios países entonces socialistas de Europa , mientras yo me desempeñaba como Asesor Jurídico de la participación de nuestro país en la gigantesca fábrica de reuniones y papeles conocida como CAME: el Consejo de Ayuda Mutua Económica.
Se trataba en puridad de dos órganos estatales diferentes, aunque radicábamos en el mismo inmueble debido a que la jefatura de ambas entidades era ocupada por el mismo dirigente. Tratábamos temas diversos, de modo que los contactos laborales que teníamos Chepe y yo eran casi inexistentes. No obstante, como el colectivo era pequeño, nos conocimos y tratamos, aunque sin mucha profundidad.
Andando el tiempo, la decisión de vivir en la verdad que uno y otro tomamos por separado nos acercó de nuevo en las filas de la disidencia interna. En el caso de Chepe, la formidable labor de análisis económico que realizó fue castigada con su encarcelamiento durante la tenebrosa Primavera Negra de 2003.
Resulta ilustrativa la inconsecuencia con la que el régimen castrista actuó en su caso: Contra los encartados de aquel momento se esgrimió el pretexto de que servían a los Estados Unidos y apoyaban el embargo mantenido por ese país contra Cuba. De nada le sirvió a Chepe haber sido durante años —y hasta el día de su muerte— un firme opositor a esas medidas. Los jueces castristas lo sancionaron igual.
A quienes tuvimos el honor de tratarlo, nos quedará siempre el recuerdo de su bondad y de su conversación sustanciosa, salpicada de graciosas anécdotas de los tiempos en que creía en la justeza de las ideas comunistas. En esos relatos, la índole alucinante de este sistema del absurdo se reflejaba con precisión no menor que en sus argumentados artículos consagrados a los problemas de su especialidad.
Durante mi reciente viaje a los Estados Unidos, tuve la oportunidad de constatar el inmenso prestigio del que gozaba Chepe entre sus colegas. En el congreso de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, los estudiosos consagrados a estos temas —también profesionales competentísimos— expresaron a una sola voz su contrariedad por la ausencia del ilustre cienfueguero, motivada por su enfermedad.
Era la primera ocasión en que él hubiese tenido la posibilidad de concurrir en persona a ese tipo de eventos: la negativa a permitir viajes temporales de disidentes al extranjero, mantenida durante decenios por el gobierno cubano y levantada hace sólo meses, le impedía asistir. No obstante, siempre colaboró con enjundiosas ponencias que eran seguidas con gran interés por sus colegas residentes fuera de la Isla.
La muerte de Chepe se une a la de otros activistas prodemocráticos que hemos sufrido en la oposición interna cubana a lo largo de los años. Su nombre se junta ahora en nuestro recuerdo al de otros que lo antecedieron en ese tránsito: Jesús Yanes Pelletier, el asaltante del Moncada Gustavo Arcos Bergnes, Orlando Zapata Tamayo, Juan Wilfredo Soto, Wilman Villar, Laura Pollán, mi ex suegro Bienvenido Perdigón, Oswaldo Payá, Harold Cepero…
Muchos han sido los caídos durante estos decenios de lucha pacífica. No son ni remotamente tantos como los muertos en combate o fusilados durante los años iniciales de castrismo, pero son los más cercanos a nosotros. Ellos hacen que los más antiguos nos sintamos como una especie de náufragos que hemos logrado sobrevivir mientras ellos han partido ya.
Pero también nos señalan el camino a seguir. Su recuerdo nos inspira y su obra queda como guía para los que seguimos sus pasos en esta batalla pacífica. En ese sentido, Oscar Espinosa Chepe fue y seguirá siendo un ejemplo excepcional.