LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – La pasada semana, en la carretera de San Pedro del Guatao, se celebró la asamblea de rendición de cuentas del delegado del Poder Popular. Allí se repitieron las mismas quejas de la ciudadanía: la calidad del pan, la escasez de agua, el alumbrado público y el aburrido tema del transporte público.
Después de treinta y cinco años de Poder Popular, ya está clara una cosa: ese camino no nos lleva a Roma. Los delegados, más que representar a su comunidad frente a las autoridades, representan a los burócratas ante nuestros propios ojos. Parecen profesionales entrenados en justificar las ineficiencias que nos bajan “de arriba”.
La capacidad de gestión y la credibilidad del delegado se ponen a prueba cada seis meses, y todos tienen conocimiento de ello, e increíblemente en estas asambleas se comprueba una vez más su incondicionalidad al gobierno.
Las vías que tienen los ciudadanos para canalizar sus inquietudes se ven frustradas, porque no se retroalimentan de las instancias superiores del gobierno. Y como el delegado sabe de antemano que nada será resuelto en el próximo semestre, se encarga de poner zancadillas para no reflejar en blanco y negro los planteamientos de la ciudadanía.
Pocos creemos ya en las reuniones de rendición de “cuentos” del barrio. Los caminos para buscar soluciones civiles están llenos de escollos y en total parálisis. Por más de quince años la gente de la circunscripción ha pedido en estas asambleas estas asambleas que haya un transporte que nos una con Punta Brava, y la respuesta que nos envían año tras año es la misma: no se puede.
Tal vez desde una oficina climatizada algún burócrata continúa decidiendo por nosotros y enviándonos a su delegado, cada seis meses, a adormecernos cantándonos como a unos niños: “Duérmete mi niño, duérmete mi amor, duérmete….”.