LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -Integrantes de la Asociación Hermanos Saiz de Artistas y Escritores Jóvenes (AHS), en Manzanillo y Jiguaní, entre otros municipios de la provincia Granma, afirman que la falta de espacios, recursos y colaboración de las instituciones les impide desarrollar su talento, situación que se hace más crítica por la ausencia de sensibilidad y compromiso de las autoridades del territorio.
El escritor granmense Héctor Leyva Cedeño, expresó a Juventud Rebelde que los libros publicados en las editoriales de provincias, bajo el sistema RIZO, no seducen ni venden, por su mal diseño y porque la edición tiene muchas erratas. Por su parte, Charly Aleaga, un músico del mismo territorio, aseguró que se incumplen los contratos con los artistas, pues no se les paga su trabajo.
Asimismo, en la provincia de Guantánamo, Lizbeth González, graduada de una escuela de arte en la especialidad de teatro, denunció que desde hace cinco meses no se le paga por el desempeño de su labor como instructora.
También desde la provincia de Holguín, la joven escritora Yamila Marrero expresó que en su entorno la crítica literaria no existe, por lo general, y que se desconoce en su profundidad el análisis sobre el hecho artístico, o éste resulta superficial, edulcorado y complaciente.
Este desastroso panorama que viven los jóvenes creadores cubanos no es nuevo. Quienes los antecedieron en las entonces Brigada Hermanos Saiz (el Contingente Juan Marinello y el Movimiento de La Nueva Trova), hoy fusionados en una asociación, lo experimentaron con mayor rigor.
Expulsiones de talleres literarios, o de agrupaciones musicales, conjuntos dramáticos, proyectos danzarios y demás manifestaciones del arte, por supuestos actos de diversionismo ideológico, desacato, conducta sexual impropia, oscurantismo y religiosidad, entre otros, estaban a la orden del día.
Además, existía igual presión para el compromiso de incondicionalidad ideológica y sumisión política al régimen, y la misma incapacidad y desatención por parte de directivos de cultura, cuadros de organizaciones políticas y administrativos de las instalaciones, ante el desarrollo de jóvenes creadores.
Tanto ayer como hoy, la cuestión es explotarlos sin que dejen de ser punta de lanza de la imagen de un arte y una literatura al servicio del régimen. Convencerlos de que los supuestos valores patrios están primero y por encima que los estéticos, y de que si no fuera por la revolución, ellos no existirían.
Los jóvenes creadores que hoy sufren estos problemas, y que ven sus carreras truncas por el control, las prohibiciones, la falta de espacios y de recursos, son herederos de un sistema social que antepone los intereses ideológicos a los culturales. La mesa de la política cultural cubana está siempre servida. Que cada uno escoja su disfraz: de domador, vasallo, payaso, o cimarrón del arte y la literatura nacional. El tiempo dirá quien tenía la razón.