LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 – Quizás ya tenga el esbozo del mausoleo y el lugar para erigirlo. El ex astro del fútbol argentino Diego Armando Maradona clama por un “monumento grande como el mundo” que inmortalice a Fidel Castro.
Lo ha declarado recientemente a La Garganta Poderosa, una revista impresa de su tierra natal. Tiene todo el derecho para suspirar apasionadamente cada vez que la imagen del ex Presidente cubano se posesiona de sus maltratadas neuronas. Es ciudadano de un país democrático y a lo sumo se enfrentaría a una trompetilla o una sosegada réplica de algunos de sus compatriotas que no coincidan con su opinión. También habrá quien aplauda y se sume al coro que avala al dictador cubano como un ser excepcional en la historia de la humanidad.
Maradona vuelve a manifestar sus ortodoxas filiaciones izquierdistas. No está solo en su elección. Por ejemplo, el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez pertenece a esa cofradía que continúa mirando al disminuido Comandante en Jefe con la candidez de un católico postrado delante del Cristo crucificado.
Ante Fidel entran en un proceso de hipnosis incurable. Uno de los atajos comunes para retomar la senda de su noria emocional, es la adulonería. Estos personajes raramente salen de esos cauces; no pierden oportunidad alguna para sacar a relucir su pasión por el hombre que quiso convertirse en una especie de Dios encarnado a expensas del sacrificio ajeno.
La historia niega la veracidad de tal conversión. Cuba no es el país que suelen describir Maradona y quienes entonan el mismo discurso repleto de maravillas. En su defensa al modelo cubano, Maradona apuntó que los cubanos “no tienen lujos, ni plasmas a color, pero todos comen”.
Al hablar en términos tan absolutos Maradona pierde credibilidad. Los más portentosos lujos del primer mundo en Cuba están, y no es casualidad que se encuentren en las mansiones de Fidel, Raúl, la nomenclatura partidista, el generalato de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, en las residencias de sus compinches más cercanos y en los hoteles para el turismo internacional donde los nacionales siguen sufriendo los efectos de la segregación. Por cierto, es en esos enclaves donde se hospeda Maradona durante sus visitas a Cuba con fines terapéuticos. Es conocida su adicción a las drogas, consumo que en ocasiones casi lo han llevado a la muerte.
Respecto a la capacidad de comer todos los días, tal y como lo afirmó el entrevistado, habría que agregar algunas cosas en aras de la objetividad. Comer no quiere decir estar debidamente alimentado. Además, el hambre es un concepto muy relativo, excepto cuando se aborda el asunto desde una perspectiva africana o asiática, sin dejar de mencionar a ciertas jurisdicciones latinoamericanas, donde la inanición cobra matices demoníacos. Es imposible comentar las 10 páginas “adornadas” con las elucubraciones de Maradona.
Lo mejor ante esa sarta de disparates, parcialismos y groserías, es compadecerse del otrora genial deportista.
Cuba no es ningún ejemplo a seguir como señala Maradona. Para fundamentar sus idílicas percepciones debería decidirse a vivir por un tiempo en una cuartería de La Habana Vieja, cobrando el salario promedio de 20 dólares mensuales que cobran los cubanos. Dudo que aguante el calor y la bazofia que hay que ingerir para no pasar hambre.