LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 –Como todos los segundos domingos de mayo desde hace casi un siglo, ayer celebramos los cubanos el Día de las Madres, un momento de reencuentro y armonía familiar que trasciende a barrios, caseríos, comercios, jardines, iglesias y cementerios. Tan íntimo y afectivo como las fiestas navideñas y de fin de año; el Día de las madres desplaza desde el amor al calendario de efemérides políticas y celebraciones afectivas como el Día de los enamorados (14 de febrero), de los padres (segundo domingo de junio) y los cumpleaños de hijos y cónyuges.
Las familias se reúnen para agasajar a madres y abuelas, tías y hermanas con descendientes y hasta vecinas amistosas, previa compra del cake, flores, regalos, postales y alimentos. Como las felicitaciones y brindis culminan en almuerzo o cena colectiva, las evocaciones son condimentadas con vino, ron, café, refrescos, cervezas y música, a veces estridente por quienes se pasan de la raya y convierten lo hogareño en espectáculo público.
Más que objeto de adoración, las madres cubanas son el soporte del equilibrio doméstico, tanto del marido, los hijos y los abuelos dependientes. En ellas recae la administración de la casa, la cocina, el aseo de ropas y pisos y el cuidado de los retoños, lo cual incluye la relación con la escuela y el chequeo de las tareas escolares.
Salvo las excepciones que confirman la regla, la madre rige y domina desde una supuesta dependencia que disminuye con su crecimiento espiritual y la incorporación a las actividades socioculturales. Al margen de arquetipos, la sensibilidad de nuestras matriarcas se refleja en su capacidad de amar y castigar, sufrir y callar, ser amiga y cómplice de los hijos, dar cariño y vigilar, e interceder entre unos y otros.
El límite de la sensibilidad familiar se expresa el Día de las madres en los cementerios del país. Sí, pues a nuestras necrópolis, tan olvidadas durante el año, acuden hijos, nietos y otros parientes a poner flores y limpiar las bóvedas de quienes dieron el último adiós, en especial las madres de las madres y los hijos que se fueron con premura.
La asistencia a los camposantos es incalculable el segundo domingo de mayo. La célebre necrópolis de Colón es el ejemplo más visible, pero bastaría con pasar por cementerios locales, como los de La Lisa, Guanabacoa, Santa María del Rosario o Managua, para ver los rostros tristes de hombres y mujeres que se adentran con flores y fotos en búsqueda de bóvedas, panteones y osarios.
Las iglesias católicas revelan su enorme poder de convocatoria el Día de las madres. Cientos de feligreses acuden a decenas de parroquias, donde los sacerdotes exaltan las virtudes de la familia expresadas en la Biblia y sacralizadas en los cantos y rituales.
Un día de amor y alegrías, promesas y evocaciones, reencuentros y compromisos. Día de fuerza mayor, visitas, mensajes, llamadas, abrazos, brindis e ilusiones compartidas, a pesar de la condición efímera de la vida y del tránsito individual por la realidad.