LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – El hombre en camiseta y fatigado atiende a los clientes que, curiosos, se acercan al recién estrenado e inédito negocio. Sus compinches se encargan de vender la mercancía. El mercado de materiales de construcción que abrió en la calle Desagüe, en Centro Habana, es la nueva alternativa en la zona para las personas que aspiran a reparar sus hogares.
En el lugar se comercia de todo, desde ladrillos hasta arena, aunque no se trata de un mercado oficial ni nada por el estilo. Es un edificio derrumbado que los lugareños han tomado para abastecerse de materiales de construcción. El inmueble ha devenido la salvación de las casas en mal estado que se encuentran a su alrededor.
Paco y sus hermanos son los únicos mercaderes. Viven en la planta baja del desplomado edificio y venden todo cuanto puedan sacar. Primero tomaron materiales para sí, luego vino un amigo que les ofreció una suma aceptable por cierta cantidad de ladrillos, y después otros y otros, hasta el punto que desde horas bien tempranas, comienzan a tocar a la puerta de su casa los clientes para comprar materiales.
Por sus propios medios, los hermanos tratan de vender todo lo que las personas interesadas buscan, ya sea un metro cuadrado de arena o una viga de hierro. Toda la maniobra va por ellos. El usuario sólo tiene que pagar.
Paco recuerda la noche en que el edificio se vino abajo. Por una extraña coincidencia, nadie se encontraba en la casa. Si hubiera ocurrido unos minutos más tarde, aquello hubiera sido la debacle.
Cuando Paco vio el desastre que ocasionó el desplome, se llenó de ira y maldijo al gobierno delante de los vecinos. A pesar de que en su cuadra viven varios militantes del partido, nadie salió en defensa de la revolución.
Pero el desastre no logró amilanar a Paco y su familia. A la mañana siguiente empezaron a demoler lo que quedó del edificio, y decidieron aprovechar los materiales para venderlos a las personas que los necesitaban. Así fue que Paco arregló su techo destrozado, el baño, la barbacoa y una pequeña terraza. Ahora, gracias al derrumbe, Paco y su familia viven más holgados.
A falta de comercios estatales donde se vendan materiales de construcción, la gente busca lugares como el edificio derrumbado en la calle Desagüe para conseguir los materiales necesarios para remendar sus viviendas.
Hasta el momento, Paco y sus hermanos no han sido molestados por los inspectores y autoridades locales, que siempre buscan su mascada en cualquier negocio y lugar. Sin mencionar a la tan temida policía. Muchos se han beneficiado del derrumbe y de la audacia de los hermanos, que andan con mucho cuidado, sin olvidar que viven en un país donde en cada cuadra hay un comité que los vigila.
A seis cuadras de allí otro inmueble está siendo demolido, por brigadas del gobierno. La casualidad quiso que fuera un almacén de materiales de construcción. Ya hay “buitres” merodeando por el lugar. Posiblemente alguien se encargará allí también de desvestir a un santo caído para vestir otros, como han hecho Paco y sus hermanos.
adolfo_pablo@yahoo.com