LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -El cuarto derrumbe ocurrido en enero del presente año en La Habana, descubrió la corrupción que prevalece en el Instituto de la Vivienda. Al mismo tiempo mostró temores del gobierno que hasta el momento no se habían hecho notorios.
El edificio de la avenida Zanja 668 fue declarado inhabitable e irreparable en el año 1966. Desde entonces el insuficiente fondo habitacional dejó a los vecinos en la espera de tiempos mejores. La solución que hallaron las autoridades al problema fue clasificar el inmueble como albergue. De esta forma los residentes del edificio que albergaba a cien familias obtuvieron un estatus prioritario para la asignación de viviendas.
Después de años de pasividad y varios desplomes parciales en la edificación, algunos vecinos decidieron acudir a la Dirección Municipal de Vivienda. Para asombro de todos, sus nombres no rezaban como albergados. En los registros constaba que ya se les había entregado casas.
Algunos estaban ubicados en supuestas viviendas concedidas en otros municipios. Otros rezaban como residentes en un edificio de doce plantas construido, a dos cuadras de distancia en la misma avenida. Según los recods de Vivienda, en los años noventa el edificio de Zanja 668 había sido demolido y los residentes estaban declarados como “casos resueltos”.
Generaciones completas de familias han vivido albergadas en un edificio en peligro de derrumbe, mientras funcionarios corruptos llenaban sus bolsillos. Los dirigentes actuales de la Institución declaran que ellos no pueden pagar los ¨errores¨ cometidos por otros. Como desde 1966, la crisis habitacional del país, lejos de mejorar, se ha agravado significativamente, la situación de los residentes de Zanja 668 continua estancada con tendencia a un final nada feliz.
Los vecinos que se quedaron en la calle por culpa de los ¨errores¨ de otros describen a una policía que se muestra temerosa de su razón. Según narran los afectados, los funcionarios del gobierno solicitan calma y paciencia, mientras advierten a las victimas, no convertir la situación en un problema político.
Mientras, llegan las soluciones prometidas. La primera fue trasladar a una familia hacia un nuevo albergue. La segunda, descargar un camión de tablones en el edificio para apuntalar las partes que evidencian peligro inminene de colapsar.
La tercera, mantener de forma permanente un patrullero con tres policías, dos mujeres y un hombre. El hecho de que dos de las policías sean mujeres se debe a que la protesta pública de los damnificados toma coraje en las féminas que son mayoría.
Cuando conversaba con los vecinos que permanecían en la calle, un comentario llamo mi atención.
En un país donde la falta de información y el secretismo oficial se combaten con rumores, no se sabe de donde llego la ¨bola¨ pero fluye como excusa en el dialogo de los irritados. Se afirma que un movimiento telúrico imperceptible afecto la capital y, como el fenómeno fue de tan pequeña escala, las autoridades no informaron a la población. Supuestamente fue el insignificante terremoto lo que motivó los sucesivos derrumbes, sin que se hubiesen producido lluvias ni vientos.
Teniendo en cuenta el manifiesto temor gubernamental ante la posible reacción de los afectados, la farsa echada a rodar adquiere las características de cómplice estratagema. No obstante, en este caso, la culpabilidad de las autoridades no se borra con ningún fenómeno natural, ni “maniobra del enemigo”; ni siquiera con el tan socorrido “bloqueo”.
El sistema socialista cubano es incapaz de dar solución al grave problema habitacional. El desinterés, la corrupción y la incompetencia, intrínsecos del socialismo, son las tres razones fundamentales. No son sólo los edificios, es el socialismo lo que se derrumba, y aunque el gobierno se empeñe en apuntalarlo con cambiecitos amañados, las ruinas lo sepultarán.
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