LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 -El sueño de Isis, antes de abandonar los estudios, era graduarse de médico. Los flashes de las luces de las discotecas han trastocado sus planes. Ahora quiere tener un automóvil marca Audi, igual al que alquiló el turista mexicano que la invitó a fumar mariguana durante su última noche de orgía, en el Vedado.
Tres días antes de que Isis naciera, su mamá pensaba llamarla María. Pero cuando leyó sobre la diosa egipcia de la maternidad y del nacimiento, le cambió el nombre. Al menos es lo que su papá le explicaba cada vez que preguntaba por qué no la llamaron María.
Ella, como muchas niñas cubanas, perdió a su papá en el mar, debido a esa idea obsesiva de abandonar la Isla, en lo que fuera y para donde fuese. Tiene 16 años y vive con su madre. Su abuela vive en los EEUU, desde hace más 15 años y, al morir el yerno, decidió reclamar a su hija por las vías legales de reunificación familiar.
Isis terminó el noveno grado con buenas notas, pero ante la idea de marcharse para siempre a la Yuma—como le gusta decir —, le rogó a la madre que la sacara de la escuela. Después de hacerle jurar que tomaría clases de inglés mientras durara el proceso, la madre la autorizó a que abandonara los estudios.
Asistió tres meses a clases particulares de idioma inglés, y lo abandonó. Según ella, el profesor no sabía nada.
Con tanto tiempo para el ocio, comenzó a ir los lunes en la noche a la discoteca “Amelia”, en la calle Tercera, en el municipio Playa. Ese día la entrada de las muchachas es gratis hasta las doce de la madrugada. Allí bailaba y se divertía hasta el amanecer. Los jueves se iba para la discoteca “El Tunel”, en el reparto La Víbora, donde aprendió a fumar y a emborracharse.
Allí, entre las latas vacías de cerveza dispersas por el suelo y el humo sofocante del cigarro, conoció a Alberto, un proxeneta que gana comisión cada vez que logra poner en el menú de algún turista extranjero el plato de una adolescente como Isis.
Como no podía pagarse las discotecas, el cigarro y la bebida, Isis decidió aceptar las ofertas de Alberto.
Frente a la puerta de su casa empezaron a aparcarse carros alquilados en agencias de renta. Y el barrio empezó a comentar. La gente decía que Isis dormía de día y caminaba de noche sobre tacones altos. Perdió la mirada inocente de la adolescencia. Y en su lugar, le salieron dos ojeras permanentes.
La mamá, Gloria, no deja de lamentarse, pero ya no tiene autoridad sobre ella. Isis no necesita de su madre para sobrevivir. Su hermoso y tierno cuerpo le proporciona los dólares suficientes para llevar una vida de “lujo” en Cuba. Y aunque su sueño de tener un Audi está lejos, ahora fuma cigarrillos marca Hollywood, bebe cerveza extranjera y tiene un celular marca Nokia, conquistas a la que muchas adolescentes en Cuba quisieran acceder.