LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – La ofensiva revolucionaria de marzo de 1968 acabó con todo lo que oliera a sector privado en el país. Miles de pequeñas empresas aún sin confiscar pasaron de sus propietarios a manos del Estado. Casi medio siglo después, Doribal Chirino vuelve a ejercer un trabajo por cuenta propia.
Ex ayudante de una bodega propiedad de su padre, cuando el establecimiento fue nacionalizado, empezó a trabajar por un salario que no cubría sus necesidades.
Más de veinte años laborando en el comercio interior, y en un taller de equipos electrodomésticos, pusieron a su alcance los conocimientos para probar suerte con la iniciativa privada, permitida desde noviembre de 2010.
Sentado en una esquina de lo que fue una tienda de ropa en la calle Neptuno, Doribal atiende a decenas de clientes que van allí a reparar ollas de presión, ventiladores, planchas o cafeteras. Doribal es reparador de enseres menores.
Bajo un sofocante calor y entre gritos de “coge tu meruco aquí”, “se ponen suelas”, y “cuida tus manos: la manicure Dulce”, pronunciados por otros cuentapropistas que también pagan la renta del local que comparten, Doribal tantea el empleo.
Cuando se le pregunta si le va bien, responde que al menos no tan mal porque gana más y se quitó de arriba las reuniones, el pago voluntario-obligatorio del día de haber para las milicias territoriales, y la cuota del sindicato, entre otras obligaciones con las que nunca estuvo de acuerdo.
“Si el monto excesivo de los impuestos incluyen esos voluntarios chantajes a que son sometidos los trabajadores estatales, al menos aquí el tumbe no es directo”, señala.
Las dificultades para obtener las piezas y otros insumos las considera un mal menor. “Nunca ha existido lo necesario ni para trabajarle al Estado. En Cuba se vive del invento”, dice.
En cuanto al asedio de los inspectores, las condiciones del local y otros contratiempos, dice que las aguas cogerán su nivel. “Los inspectores también tienen que darle de comer a sus familias, y el mejoramiento del local depende de nosotros”.
Sin embargo, el temor de Doribal Chirino, más que en las dificultades para trabajar, gira en torno a la posibilidad de que las autoridades decidan desmontar la iniciativa privada, como hicieron a finales los años 80.
-Este gobierno no es confiable. En cuanto toman un aire les da por virar la tortilla. Mi viejo jamás dejó de repetirme hasta el día de su muerte las palabras de Fidel: “No tendrán porvenir en este país ni el comercio ni el trabajo por cuenta propia, ni la industria privada, ni nada”.
Pero el escenario es otro. Hoy a los que trabajan fuera de un empleo bajo control estatal no se les califica de holgazanes, ni como a una nata de privilegiados. Aunque tampoco cómo héroes del trabajo, ni compañeros. Son algo intermedio.
Se quemaron las naves del proletariado y no hay vuelta atrás para las autoridades. Al menos eso esperan los trabajadores por cuenta propia, y el pueblo en general. Por ahora, del lobo un pelo.