LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -En el Libro de los Números Dios ordena a Moisés: “Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán”. Con esta orden directa Dios convirtió a Moisés en el primer jefe de espías que conoció la humanidad.
Lo que no logró en diez años la fuerza de las armas en la leyenda de la Guerra de Troya, lo logró el espionaje en una noche con la incomparable astucia de Ulises.
Cuenta la leyenda que la idea de esta genial operación de inteligencia, para desinformar al enemigo e introducir el caballo en la ciudad, le vino a Ulises mientras miraba a un halcón persiguiendo a una paloma.
Vio que mientras el ave de presa se mantenía acechando a la paloma a la vista de ésta, ella no se movía de su refugio, en una grieta. Pero una vez que el halcón fingió retirarse y se alejó de la mirada de su víctima, ella salió confiada de su escondite, lo que permitió al halcón salir del suyo y terminar con éxito la cacería.
Las victorias de Aníbal contra los romanos se deben en gran medida a la buena organización de su servicio de espionaje, que lo mantenía bien informado de las debilidades y fortalezas de su enemigo. El propio Aníbal se disfrazaba y penetra en el campamento romano para espiar.
Por el contrario, la falta de un buen servicio de espionaje, o errores graves en su funcionamiento puede tener consecuencias fatales. Las tropas de Alejandro Magno casi perecen en su expedición a la India, en la batalla del Hidaspes contra el rey Poros, porque el macedonio no estaba informado de que los nativos utilizaban elefantes en el combate.
Pero esta faz romántica, patriótica, y legendaria de esta profesión milenaria la han prostituido los tiranos. Emperadores como Tiberio y Domiciano reclutaban a verdaderos ejércitos de informantes para mantener vigilados a todos los sospechosos de no estar su favor.
Los grandes tiranos de la era moderna, los gobernantes de los países comunistas, han convertido en enemigos a los inconformes y a los críticos de sus políticas. Los espías a su servicio se han convertido en meros instrumentos de represión y violencia contra su propio pueblo.
La Checa, el primer servicio secreto comunista, dejó un gran legado de represión y muerte. Irónicamente su primer jefe, el implacable Félix Dzerzhinski, decía que todo oficial de la Checa debía poseer tres cosas: “manos limpias, mente fría y corazón ardiente”.
Esta divisa es lo primero que se les enseña a los cadetes en la escuela del contraespionaje cubano.
El servicio de inteligencia y contrainteligencia cubano está hecho a imagen y semejanza del antiguo servicio secreto soviético. Tiene sus métodos y su espíritu, y pone en práctica sus tácticas represivas.
Muy pocos oficiales del servicio secreto cubano tendrán la oportunidad de hacerle honor al oficio, y medirse con otros servicios de inteligencia. Su mayoría tendrá la indigna tarea de reprimir a su prójimo por sus ideas políticas, y de azuzarles a la chusma para sembrar el terror. Podrán tener, sí, la mente fría de Dzerzhinski, pero lo que nunca tendrán, al igual que su maestro ruso, será las manos limpias.