LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Para un habanero, salir de viaje a cualquier lado fuera de la capital, es algo que se debe pensar un centenar de veces. Pero aventurarse a participar en un evento un tanto “raro” en el centro del país, requiere, además, llenarse de coraje y adoptar una actitud “kamikaze”.
Debes tener muy claras las coordenadas de la hoja de ruta, saber que hay que llevar lo mínimo indispensable para la subsistencia de al menos 2 noches con tres días. Ser turista en tu propio país, solamente con mochila al hombro y a cuenta y riesgo, es una práctica abandonada desde hace tiempo por los cubanos.
Se ven muchos mochileros extranjeros, preferiblemente jóvenes europeos. Sin embargo, es difícil encuentrar “mochileros cubanos” en ninguna parte de la Isla, por las razones socioeconómicas que ya conocemos.
Una opción posible es la de reservar los pasajes en ómnibus. Por suerte, hay unas caseticas en la Terminal de Ómnibus Nacionales, donde se venden “pasajes de última hora”, hasta con 3 días de antelación. Lamentablemente solo abarcan hasta las provincias del centro del país. Gracias a este método, se pueden evitar las temibles colas de la “lista de espera”, o el insoportable regateo con los dueños de taxis y camiones particulares a la caza de viajeros desesperados, en los andenes de la Terminal de Trenes “La Coubre”.
Los choferes de las guagas interprovinciales “Astro” pueden a veces ser carismáticos y educados, pero generalmente no lo son. Al partir el ómnibus, se informa a los pasajeros sobre los reglamentos de la empresa, así como los horarios de las paradas de almuerzo y comida. Sin embargo, se choca con la realidad cuando la parade para comer es en cualquiera de los dos restaurantes estatales de la ruta, conocidos como “Conejitos”. En ellos la oferta es escasa y mala. Apenas algún bocadito de jamón con queso, un servicio de café y té que no da abasto entre tantos viajeros. Tienen un salon de comedor para “comidas criollas”, el cual muestra un rostro depauperado, olvidado y sin clientela. Uno sale de esos conejitos con el apetito abierto y la moral por el suelo.
Es curioso ver como, al menos en la Carretera 8 vías, los choferes de estos omnibus que se Cruzan se comunican entre sí con sonidos de claxon y cambios de luces. Nadie sabe si solo intercambian saludos o se alertan sobre la presencia de las patrullas de tránsito, que se esconden entre los matorrales para descubrir infractores. También podrían enviarse mensajes sobre la ubicación de los vendedores ilegales clandestinos de queso, arroz, frijoles, carne o frutas que se apostan sigilósamente a lo largo de la via.
A la vera de la carretera frecuentes casas/paladares (restaurants privados) de “comida criolla”, con exquisitas ofertas. Los choferes más informados paran para comer en esos lugares, ocultos, pero mcho más acogedores y mejores que los estatales. El buen servicio y la calidad de sus productos los hacen altamente recomendables para cualquier viajero o mochilero aventurero.
Durante este viaje como mochilera, desde La Habana hasta el centro de la Isla, pude percatarme nuevamente de cuan desiertas permanecen las carreteras del país, donde apenas hay vehículos. En la 8 Vías, la más importante carretera de la Isla, apenas se ven autos, no hay tráfico, no hay mantenmiento vial, casi no hay señales para orientar a los conductores. Pero la devastación no se limita al paisaje de las vias; también observé miseria, hambre vieja y penumbra en los pueblitos olvidados, casi fantasmagóricos por los que atravesé.