De la comicidad al espanto

LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Siempre se dijo que el objetivo de esas guarachas con sesgo guerrerista que en Cuba llaman Día Nacional de la Defensa era mantener militarmente preparada a la gente para enfrentar invasiones armadas procedentes del exterior.
La argumentación parecía tan severa, y ha sido además tan machaconamente solemne durante tanto tiempo, que no nos ha quedado otro remedio que aguantar la risa, al menos públicamente, cuando vemos a los participantes (personas mayores por lo general y con frecuencia ancianos), jugando a los soldaditos, en medio de batallas imaginarias muy en el tono de aquellos sketchs del teatro vernáculo cubano, con escopetas de palo incluidas, y representando sus papeles con la mayor seriedad, como los mejores histriones del Alhambra.
Pero, ojo, que en este momento no son ya para risa las ocurrencias del Día Nacional de la Defensa. O no todas. Muy a las claras quedó expuesto en ciertas imágenes recreadas por el noticiero de la televisión el pasado domingo 4 de diciembre.
Su comicidad, dada en el fantasioso enfrentamiento con artefactos de mentirita a poderosos ejércitos del imperialismo, quedó petrificada por el matiz amargo, dramático incluso, de algunas escenas de este último Día de la Defensa, en las que, bajo el rótulo de ejercicios de lucha para enfrentar a la contrarrevolución interna, se veía a dos grupos de paisanos vestidos de civil, fajados unos contra los otros.
De pronto la misión de heroica resistencia frente a los marines yanquis se ha mezclado con el convite a la batalla fratricida entre cubanos. Y todo de un modo tan sutil y en apariencia tan orgánico que no nos queda sino sentir como se hiela la sonrisa en nuestros labios. Todavía más porque quienes son manipulados hacia esa guerra fratricida parecen asumir la contingencia de una manera tal como si para ellos fuese parte de la lucha contra una invasión extranjera.
Así tenemos que el régimen, siempre contradictorio menos cuando se trata de sus métodos para conservar el poder, cacarea por un lado la necesidad de que el pueblo se mantenga unido, mientras que por el otro lado crea condiciones, a la vez que manipula ideas y sentimientos, con la mirilla puesta en una guerra civil.
Desde luego que cuando ellos hablan de unidad popular, sobre lo que están hablando es de su añoranza por la masa homogénea y absolutamente sometida a su dominio, de una uniformidad en la que no quepan las diferencias de criterios, ni la iniciativa individual, ni el amor propio, ni el deseo de progreso. En fin, es una apelación que en la actualidad también convida a desmollejarse de la risa.
Lo serio, y aún más que serio, alarmante, es comprobar (ante casos como el del último Día Nacional de la Defensa) hasta dónde son capaces de arrastrarnos en ese empeño irresponsable y siniestro por seguir imponiendo su dictadura.
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